Opinión

La casa del Tócame Roque

Un sainete de Ramón de la Cruz define la de Tócame Roque como la casa del mismo nombre que se encontraba ubicada en la calle del Barquillo de Madrid, hasta que fue demolida en 1850. Algo que corroboró el mismísimo José Mª Iribarren en su libro "El porqué de los dichos".



"Tócame a mí, tócame, Roque", debían decir los desordenados propietarios Juan y Roque, o sus dos hermanas o hijas, que discutían pidiendo favores, como indicó Fernández de los Ríos en su Guía de Madrid. Por ello, no es de extrañar que a la llamada del benefactor Franco, un tal Juan Carlos, con el mismo canto de sirena del "ayúdame a mí", llegara a España con cash de otros, y con una mano delante y otra detrás, mientras nuestra sucia suciedad no se había percatado hasta ahora de la cantidad de guita que maneja, años y favores después, de forma un tanto sorpresiva.



Ha tenido que levantar la liebre, por demasiado descarado -todo

un gesto-, su manirroto yerno Urdangarín. Y, tras más de 30 años de impunidad, en los que la Familia esa, afincada en la Zarzuela -a escote, claro- ha quedado en entredicho, ya se ha convertido, a la postre, e incomprensiblemente, en una de las mayores fortunas de Europa.



Que sea de un sainete de donde tomemos el símil no debe sorprendernos, aquí que andamos, como bien definiera Valle-Inclán, sumidos en el esperpento. Pero que ahora se comulguen y exculpen, prometiendo "transparencia", y alejando al hijo pródigo, por político, no deja de tener sorna... ¡Qué gente ésta!