Opinión

Kosovo independiente

En la reciente proclamación de independencia de Kosovo, que nos cae cerca aunque sólo sea por la posición de la Comunidad Europea ante semejante movimiento de fronteras dentro de su espacio natural, ha habido un par de detalles significativos, hasta cierto punto sorprendentes. El primero, la reacción del gobierno de Ibarretxe, que se ha felicitado por la buena nueva, la ha encomiado como ejemplar, e incluso la ha señalado como triunfo de la vía negociadora para resolver problemas políticos.

Me alegro. Sinceramente. Se puede reaccionar con escepticismo ante esta valoración, con una distancia crítica o hasta echar en cara a Miren Azkarate, portavoz del citado gobierno, que si le parece tan acertado, por qué no hace lo mismo. Por qué no planta cara a las ingerencias españolas en nuestra tierra, cuando cada semana tropezamos con nuevos y sangrantes casos: cierres de periódicos independientes, ilegalizaciones de partidos, detenciones, torturas... Pero no quiero ser aguafiestas. Me alegra que se alegre el nacionalismo vasco. Indica que, a pesar de muchas diferencias, tenemos esa alegría en común. Y pienso que de ello se pueden derivar consecuencias (quiero ser optimista).

Una lectura crítica, sin embargo, no puede olvidarse en el tintero. Cuando se destaca que Kosovo es el éxito de la “vía negociadora” (Azkarate dixit) diríamos que esa interpretación retuerce la realidad hasta un punto inverosímil, tras la dura guerra de la década de los 90 entre kosovares y servios, tras los años posteriores de vivir de espaldas unos a otros, y por fin la proclamación kosovar que ha recibido como respuesta un amargo rechazo de Servia, convidado de piedra en el evento y paralizado por la amenaza de la intervención internacional. Este proceso de independencia ha tenido de vía negociadora los negocios, tratos, contratos, cesiones, contubernios y demás arreglos que se han tramitado en la trastienda, en el ámbito internacional, en busca del apoyo necesario para vencer la poca y mala voluntad de negociar de los servios. También, pese a todo, me congratulo de esto, porque indica una vía que nos hará falta cuando nos llegue el momento.

Sin embargo no se puede dejar de lado el segundo dato significativo de este suceso histórico, y que la declaración vasca de entusiasmo silencia, mientras la airada reacción española ha esgrimido como principal argumento de acusación –casi se diría que motivo de agravio-. La declaración unilateral de independencia. Es decir, que el gobierno kosovar ha proclamado la independencia por su cuenta y riesgo. Sin esperar a que madure la breva en el árbol serbio (que sería esperar y desesperar sin remedio, porque no caería nunca esa breva).

Es cierto que nuestro país ni siquiera tiene las condiciones para ello, y que tampoco una declaración unilateral de nadie resolvería la contienda histórica, cuando nadie (quizás con la excepción de la sociedad vasca en su conjunto) llega a cubrir todo el territorio. Y hablo de la cuenta pendiente que arrastramos con España, sin entrar en deudas con Francia. El llamado gobierno vasco –sin enjuiciar el alcance de sus competencias- no abarca el territorio administrativo de Hegoalde, y se limita a un ámbito parcial, vascongado, de tres provincias. No me atrevo a especular con una declaración del gobierno foral...

Lo sorprendente, en todo caso, es esa acusación española de unilateralidad de la proclamación kosovar. ¿Por qué esta decisión es improcedente y todas las habituales no? Porque, para unilaterales, todas las decisiones españolas contra nosotros lo son. Lo han sido siempre. Los vascos rechazamos la Constitución de 1978, y el reino de España nos la impuso, que para eso tenía la fuerza y los medios. También la Audiencia Nacional (o el Tribunal Supremo...) es un instrumento político, unilateral, que nos toca las narices a diario. Asimismo, que la mayor parte de Euskal Herria se vea en territorio hispano ha dependido de una serie de actos y decisiones unilaterales (guerras, conquistas, violencias...), de las que no hemos podido librarnos. Es como la intervención de Bush en Irak; no creo que convinieran con el régimen irakí un ataque masivo “negociado”. A qué viene ahora este escándalo de los enfadados españoles.