Opinión

¡Igual da!

La que se ha montado. ¡Pobre Toní Cantó! No hay como meter la pata para que los lobos señalen a la oveja opuesta, que no interesa que medre, no vaya a quedarse con el cordero.



No seré yo quien entre a polemizar en la manida materia igualitaria,

y más esta semana que el viernes

se conmemora el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Pero algo debe haber mal en la discriminación positiva que ahora se aplica, cuando genera tantos desvelos, controversias y, sobre todo, malentendidos.



Ya en tiempos, los hombres éramos discriminados por razón de género, con eso del Servicio Militar o la Prestación Social Sustitutoria, y ahora estamos sumidos en un segundo plano legal y real, en el que sólo se cuenta con nosotros para pagar o responder ante todo, siempre con la carga de la prueba de una culpa que nadie

entiende, porque viene de nacimiento,

y sólo es asumida por razones de género, no de sexo, y carece de sentido.



Ése que es el menos común de los sentidos, y es igualitario per se, pero que los intereses de quienes viven de la bandurria y el cante jondo pretenden trasladar a cada gesto, a cada acción,

a cada hecho, sacando de la realidad todo contexto que no sea interpretable y, por ende, polémico y rentable.



Elevemos pues a los altares este viernes a nuestras mujeres, no porque lo dicte la norma, que igual da, sino porque les debemos la vida.



Todo lo demás presupuestado al efecto no es sino gasto corriente, que en estos momentos, como en todos, sobra. Porque en esta vida... ¡cada uno se queda con lo que es!