Opinión

Hotel Oblitas

Uno de los factores por los que gusta viajar es el de la sorpresa que conlleva todo viaje, por breve y sencillo que sea, más aún si es de los que llaman de larga distancia. El extravío de maletas que llegan a tu poder al cabo de los tres días después de recorrer medio mundo, y las estancias agónicas en el aeropuerto de turno esperando el enlace correspondiente ya no son sorpresas por su habitualidad.


Pero siempre hay otro tipo de sorpresas, que cuanto mas inesperadas son, más agradables o desagradables pueden resultar. Por norma tendemos a contar y de forma crítica únicamente las sorpresas desagradables, como si las agradables viniesen incluidas en el precio del billete. Precisamente una de éstas últimas es la que saltó.


El viaje transcurrió con normalidad, fuera de esas temidas despresurizaciones de cabina del Airbus en pleno Atlántico descendiendo como si fueses en una montaña rusa y que parece no tener fin. La sorpresa a la que me refería ocurrió a la llegada a la ciudad de destino, mas concretamente al hotel prefijado. Por aquellas cosas de agencias de viajes, se comunica que en el mencionado hotel no hay sitio para el viajero y que en su lugar será alojado, sino en otro mejor, de similar categoría. Era de noche, muy fresca para la estación veraniega del lugar. Como quiera que fruto de una tormenta las luces del hotel estaban apagadas, ni siquiera se leía el nombre de aquel y después de mas de 15 horas de viaje y seis horas de diferencia horaria, lo de menos era en ese momento conocer el nombre del hotel, tan sólo se desea tumbarse en la cama y esperar a que se haga de día.


Precisamente en ese momento saltó la sorpresa al ver que el nombre del hotel llevaba el de nuestro pueblo, así al menos lo vio el viajero en el membrete del cuaderno que había en su mesilla de noche. Tanta coincidencia llamó la atención de la recepcionista que sugirió al ver el nombre de Ablitas en el pasaporte del viajero, que si acaso estaba equivocado dicho nombre a lo que el viajero contestó, que quizás la equivocación radicaba en el nombre del hotel, aclarada pues la confusión mutua, coincidimos en que lo único que nos diferenciaba era tan solo la primera vocal, que dada su silueta en el logotipo todo parecía indicar que se trataba mas que de una ”o“ de una ”a”. Ante tanta sorpresa mutua en la recepción, invitado el viajero a usar el libro de visitas, tan sólo acertó a plasmar lo siguiente: Acá, junto al “Hotel Tambo” se hospedó un ablitero, de Ablitas (Navarra), provincia española, Pamplona es su capital, que dista de acá a 11.596 Kms. Quien no lo crea, acá y allá él. En la Ciudad de Cuzco (Perú), a 19 de diciembre de 2007. Feliz estancia obliteros, digo abliteros.

Pedro J. Soto Santos