Opinión

Guardar la línea

Cuando uno vive para comer y considera esta necesidad fisiológica como uno de los mejores placeres mundanos, guardar la línea y no romper la báscula en el baño es una lucha dura, sin cuartel, como la que montaron los del PP con la isla Perejil, pero entre pucheros y sin tiros.

Haces la compra pensando en la dieta mediterránea, en las divinas verduras que de la huerta trae cada mañana tu padre, pero no, la gula te puede y conviertes el llenar la despensa en la mayor de las pantagruélicas ingestas, y como si de un rito se tratara, ya no vale con nutrirse de forma “equilibrada” no, -cuanto misterio encierra esta moderna expresión alimenticia-, sino que haces del carrito tu castillo más inexpugnable y te dispones a inundar el frigorífico.

No es suficiente desayunar, almorzar, picotear a mediodía para abrir el apetito con el vermouth y luego comer, merendar, andar de pinchos antes de cenar y recenar algo después del cine o la vueltica por alguna de las Fiestas de nuestros pueblos, no...

No te bastan las piezas de fruta que se supone te nutren y compensan la “oxidación”. Dejan de ser el aporte justo de la ingesta diaria para convertirse en el entretenimiento de entre horas, nuevo concepto a sumar a esa larga lista de momentos del tragar.