Opinión

Garoña

No comprendo muy bien el miedo a la energía nuclear. Sé que la gente timorata anda aterrorizada (o eso dicen, que, igual, es mentira o exageración) por todo lo que desconoce. Por mi parte prefiero fiarme más de los que entienden que de los agoreros que no paran de pronosticar desastres y cataclismos. Sospecho que mi postura es poco emocionante pero es que no soy nada morboso y a mi no me “ponen” nada las profecías sobre muerte general y juicio universal.

Centrándonos en el asunto creo que nuestros dirigentes deberían fijarse más en aquellos países a los que les va muy bien, mejor que a nosotros. Podrán observar que todos los países prósperos del mundo consiguen una parte muy apreciable de su energía en las centrales nucleares. Quizá porque están mejor informados o porque atienden más al que sabe que al que opina. Sus ciudadanos creen que la baratura del producto compensa el posible riesgo. Los franceses, inventores de la democracia al estilo moderno, de los derechos laborales, de la seguridad social, de las vacaciones pagadas y del bikini, y a quienes no podemos tachar de antisociales, las tienen a montones y nunca se han planteado prescindir de ellas. Algunas están en los Pirineos y en los Alpes para vendernos electricidad a los acojonados españoles e italianos. ¡Qué suerte que les hayan tocado unos vecinos miedosos, siempre con la tripa floja!

Admiro profundamente a los ecologistas porque creo que cumplen una magnífica labor y, con sus vaticinios catastrofistas, consiguen a la larga evitar algo la rapiña del capitalismo que sólo piensa en el beneficio y corrigen algo sus actuaciones humanizándolas un poco. También opino que ni ellos mismos creen en la totalidad de sus pronósticos, aunque tienen que exagerar y cargar la mano para que lo que dicen tenga impacto e influya en la opinión pública.

En todo caso, y analizando el asunto, comprendo (aunque no comparto) el miedo a la energía nuclear y veo razonable que otros se opongan a la creación de nuevas centrales. Ahora bien, una vez que ya están hechas y los riesgos asumidos, no veo porqué hay que tirarlas a la basura, sin aprovechar esta fuente de energía baratísima hasta el final de su vida útil. Mientras veamos a los ingenieros (que son los expertos) moviéndose tranquilamente por la central y acudiendo a trabajar todos los días sin rehuirla, podemos estar tranquilos y seguir produciendo electricidad a porrillo.