Opinión

El Escudo de España

La memoria de los pueblos es flor que se seca en una generación, si no hay alguien que la riegue todos los días. La gente, en principio, no suele cuestionar lo que desde la escuela o los medios de comunicación le dicen sobre la antigüedad y raigambre de algunos valores “sagrados”, y cree a pie juntillas cantidad de falsedades hasta que un día, con un libro quizás, sale de la ignorancia.

Hace poco leí en el Diario de Navarra una argumentación sobre la “antigua” españolidad de Navarra, en la que ponía como ejemplo que el escudo del antiguo reino de Navarra aparece en el de España “desde el siglo XVI”. Sin embargo, bastaba mirar el escudo de España tallado en piedra en 1720, que preside la entrada de la Ciudadela de Pamplona, para comprobar que allí no estaban las armas de Navarra. Tampoco aparece en los escudos oficiales de estos siglos. Era evidente que alguien quería marear la perdiz.

No hay tal antigüedad. Tras la conquista de Navarra Fernando el Católico incluyó el cuartel de Navarra en su escudo de armas, pero pronto lo eliminó, junto a los de Hungría y Jerusalén.


Así como los reyes de Francia siempre ostentaron el escudo de las cadenas acolado al de las flores de lis, los españoles no se sentían cómodos con escudo del reino “incorporado”, y lo ignoraron en sus armerías durante siglos. Tampoco los navarros lo reclamaron jamás.

En tiempos de Fernando VI las cadenas aparecieron esporádicamente, en una punta junto a Granada, pero Carlos III prescindió del detalle. En la Asamblea de Bayona en 1804, Llorente salió en defensa de su proyecto de escudo: “Si no ha de haber reyno de Castilla, de Aragón, de Navarra, ni de otra parte de España… si queremos en fin, comenzar a ser todos españoles… procuremos también que el emblema significativo de nuestra patria común sea uno solo”. Su idea fue recogida por los afrancesados en el poder y las cadenas de Navarra aparecen en el escudo de España en las monedas acuñadas durante el breve reinado del “intruso” José Bonaparte, con un criterio puramente territorial. A la caída de éste, volvieron a desaparecer, y ni siquiera están en las monedas acuñadas por Isabel II en la ceca de Pamplona en 1837. En 1868, en otra andanada del liberalismo centralista, el Gobierno dispone un nuevo escudo “nacional”, con el modelo de Bonaparte, incluyendo las cadenas de Navarra. En 1870 aparecen por fin las primeras pesetas incluyendo el nuevo escudo y las cadenas navarras. Había transcurrido tres siglos y medio de la famosa “incorporación” de Navarra.