El Gobierno de Lambán está preocupado porque el Camino de Santiago, el Camino francés, no se ha potenciado a su paso por Aragón, de tal forma que Navarra recibe más de 40.000 peregrinos al año, frente a los escasos 1.000 que eligen el pirineo aragonés para vivir esa experiencia casi mística. La preocupación es legítima y lógica, porque, al margen de la fe, la actividad hace caja, y eso es lo que más importa. Sin embargo, sorprende que, entre tanto, Aragón, Navarra y La Rioja no miren más por el Camino a su paso por el Ebro, porque de ponerlo de moda en el Mediterráneo, contaríamos con un estupendo y floreciente atractivo, al que se sumaría el recién potenciado y creado ‘Camino Ignaciano’. En cualquier caso, lo primero que podríamos reclamar a las administraciones implicadas es una mayor y mejor sensibilidad en la materia, ya que, para colmo de males, las Oficinas de Turismo de Tudela, Ejea de los Caballeros y Alfaro no se miran entre sí por la aldeanada que supone que cada autonomía trabaja sólo mirando su propio ombligo.
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