Opinión

Cuando un alcalde deja de serlo

No es cuestión de que hace dos años, en un mal día en este caso, siete concejales escribiesen el nombre de Adolfo Navascués en una papeleta y lo proclamasen Alcalde de Cintruénigo. Eso era el punto de partida de un período en el que esa persona debería comenzar a ganarse el título de Alcalde.

Trece concejales -con distintas responsabilidades según se esté en el gobierno o en la oposición- pero iguales en derechos y en deberes. Y el Alcalde el “primum inter pares” que decían los antiguos. El primero sí; pero entre iguales.

Esto lo olvidó el Sr. Navascués nada más ser proclamado Alcalde. A la oposición de U.P.N. le espetó en el primer Pleno: “ahora os toca a vosotros sufrir lo que habéis estado haciendo durante doce años” (como si él supiera algo de eso) y a partir de ahí comenzó “su reinado”.

No es cuestión de recordar estos dos años. Ahora lo que viene al caso son las maneras de comportarse en “su trono” con motivo del último Pleno. Todo el mundo lo ha podido ver y, por tanto, asombrarse de cómo maneja el personaje (ya no merece el calificativo de Alcalde) la reunión “entre iguales” a la hora de tratar asuntos que conciernen a Cintruénigo.

El uso de la palabra –arma única en democracia- se le antoja caprichosa.

- Ud. que es oposición y no opina lo mismo que “yo el Rey” vaya concluyendo (el uso del tiempo resulta sectario).

- No tiene la palabra, ha terminado (en cambio El puede decir cuanto quiera y durante el tiempo que le dé la gana).

- Le llamo al orden (como si por expresar lo que uno piensa se produjese desorden).

El trato a sus iguales se torna insultante.

- Da lecciones de democracia (Él que no sabe lo que es eso).

- Se permite calificar a las personas (Él que no admite calificación alguna).

- Termina llamando traidor a aquel que lo hizo Alcalde ¡Habrase visto mayor contradicción!

La autoridad, que emana de los vecinos que votaron al Ayuntamiento, se convierte en despotismo.

- Expulsa concejales del salón prostituyendo la democracia y, finalmente, termina llamando a los municipales como si de una vulgar delincuente se tratase. Ya no es autoridad, que la ha perdido; ahora se trata de abuso de poder (ya no vale mentarle las leyes; no le sirven. Ahora mando YO es el único argumento), Y el pueblo (en este caso el público) al que dice representar también se torna en enemigo. Y lo expulsa de la que es su casa. ¡Fuera del Ayuntamiento!

Y ahí queda Él. Sólo en su trono, rodeado de su guardia personal que no se atreve a decir nada. Sólo. Sumergido en una soledad que solo él ha provocado. Sólo.

Y cuando un Alcalde se queda sólo, deja de ser Alcalde.

Raquel Garbayo
Portavoz de UPN en el Ayuntamiento de Cintruénigo