Opinión

Comunión austera

La noticia me ha llenado de ilusión. Me cuentan que un grupo de niños, creo que son 14, comulgarán dentro de dos años en una parroquia de Tudela bajo las normas de la austeridad; es decir, sin traje especial de comulgante, sin ostentaciones, regalos ni banquete. La artífice de tan grata noticia, tanto para muchos padres que nos enfrentamos este curso a la celebración de este sacramento, como para el sacerdote en cuestión y –estoy segura- el resto de los curas de Tudela y del mundo, ha sido una madre. Armada de valor (hay que tenerlo, para romper modas, estereotipos y costumbres bañadas de consumismo) propuso la iniciativa en una reunión, y pudo comprobar con satisfacción que no estaba sola, que existe mucha más gente que piensa como ella y que no se atreve a dar el paso, por miedo al qué dirán, a quedar mal o a ser vistos como bichos raros.

El sacramento de la Comunión se ha convertido en una celebración social hecha a la medida e intereses de los padres, donde prima el despilfarro, que en muchos casos se traduce en préstamos e hipotecas y puede llegar a destrozar la economía familiar. Vestido, album fotográfico, joyas, ropa de la familia, banquete y demás preparativos dejan en la sombra al verdadero sentido de la Comunión y la alejan de los valores y principios de la doctrina cristiana.

Personalmente me enfrento este curso al sacramento. En mi parroquia no ha surgido tal iniciativa, pero individualmente me he comprometido conmigo misma, con pequeños gestos –eso sí- a no pasar por el aro de las exigencias sociales y comerciales que rodean a esta celebración.