Opinión

Cien días de gobierno en el norte de Irlanda

Ni los más optimistas podían esperar un desarrollo de los acontecimientos como el que ha sucedido tras los primeros cien días de gobierno compartido en el norte de Irlanda. Más allá de las fotografías calificadas de "históricas" de los dirigentes del DUP y el Sinn Féin posando juntos en actitudes relajadas y sonrientes, ambas formaciones han demostrado hasta ahora que son capaces de trabajar juntas en el día a día.

Una reciente encuesta señalaba que tanto Ian Pailey como Martín McGuinness recibían una alta calificación, y llamaba poderosamente la atención que dicha nota no procedía únicamente de los seguidores de cada uno de ellos, sino que la recibían de ambas comunidades. Es cierto también que los detractores de la fórmula actual de gobierno compartido no cejarán en sus intentos por acabar con esa iniciativa, pero de momento no han logrado sus propósitos.

Los ejemplos sobre la buena actuación conjunta de los ministros del ejecutivo se han sucedido durante estos cien días. La revisión sobre las tasas del agua, algo en lo que coinciden unionistas y republicanos y donde llama la atención, aunque sea de manera anecdótica la postura del DUP, ya que esta formación no ha tenido ningún reparo para aplicar una política diferente a la del Reino Unido en los seis condados, rompiendo indirectamente esa imagen "de unidad indisoluble" que tanto pregonan los dirigentes unionistas.

El aumento del salario de las enfermeras, las ayudas tras las recientes inundaciones, la cooperación "norte-sur" son más pruebas del acierto administrativo de ese gobierno. No obstante, este periodo que algunos han definido como "luna de miel", a pesar de que preferirían que hubiese sido de "hiel", va a tener que afrontar dentro de poco algunos retos muy importantes de carácter administrativo. Gerry Adams señalaba que "hacer frente a la desigualdad económica y al sectarismo debe ser prioritario", como lo debe ser también acabar con la tasa de suicidios entre los sectores más jóvenes de la población en los seis condados.

La firma del Acta de la Lengua Irlandesa, el futuro de la antigua cárcel de Maze (estadio o Centro Internacional para la Transformación de Conflictos), la selección académica, la financiación de los servicios públicos, la división administrativa, y sobre todo la transferencia de plenos poderes sobre justicia y policía, son temas de calado sobre los que DUP y Sinn Féin mantienen posturas encontradas.

Pero probablemente sean los obstáculos de marcado contenido político los que más cueste sortear. Varios factores en torno al DUP y su futuro pueden desnivelar la balanza hacia un lado u otro. Desde que el partido de Ian Paisley logró la posición hegemónica dentro del unionismo, el derrotado UUP no ha cesado de luchar para recuperar su posición, aunque los resultados no han sido los deseados. De ahí que haya voces que apuestan por la formación de un nuevo partido político que aglutine a las dos formaciones unionistas mayoritarias, una especie de Partido Unionista "a secas".

Ian Paisley no quiere ni oír hablar de esa opción, es más, sigue buscando derrotar definitivamente a su histórico rival. Y aquí entra en escena también el futuro del dirigente unionista, que debido a su elevada edad no puede permanecer mucho tiempo más al frente del partido. Y entonces, tras su marcha, las luchas internas pueden asomar y llevar a una fragmentación del DUP. De hecho, algunas voces críticas se han oído del entorno de agrupaciones religiosas, de antiguos miembros de la policía o de sus familiares, que no ven con buenos ojos este gobierno conjunto con el Sinn Féin.

La normalización política parece que sigue su curso, pero eso no es óbice para señalar la existencia de situaciones ligadas al pasado no muy lejano y que enturbian en cierta manera las descripciones optimistas de la situación. La necesidad de investigar la relación de las fuerzas británicas con los grupos paramilitares lealistas en su acoso a la comunidad nacionalista, los desfiles y provocaciones que éstos generan, los intentos de reclutamiento por parte de la policía de "colaboradores y soplones", o los conflictos generados por grupos como la UDA que lejos de abandonar las armas hacen uso de ellas para seguir ejerciendo acciones mafiosas y de extorsión.

Si el IRA ya puso sus armas "fuera de uso" es el momento para que las organizaciones lealistas hagan lo propio, y también para que la clase política unionista muestre públicamente la misma firmeza en ese sentido que la que mantuvieron en el pasado ante el movimiento republicano.

El comienzo del nuevo curso político puede verse afectado además por toros dos acontecimientos. Por un lado están las amenazas de un diputado del DUP que valiéndose de su inmunidad parlamentaria pretender anunciar el nombre de un alto cargo del Sinn Féin que habría colaborado con los británicos. La tormenta política que puede seguir a ese anuncio puede ser importante, como lo es el momento elegido para hacerlo, cuando la campaña del movimiento republicano para esclarecer la "colaboración entre británicos y lealistas" está en su cenit y cuando el balance del gobierno compartido es positivo.