La Asociación de Empresarios de la Ribera (AER) parece retomar el rumbo de una gestión que llegó a rozar lo surrealista. La falsificación de cuentas, los balances ficticios y la presunción de centenares de asociados han perjudicado a una entidad que, en las últimas fechas, ha estado más envuelta en tejemanejes financieros que en lo que verdaderamente le atañe: beneficiar al tejido empresarial de una Comarca acuciada por el desempleo. Auditar las cuentas ha sido un paso importante para empezar de cero, aunque ahora queda el camino que mira a largo plazo, el de centrarse en la formación y apoyo al empresario ribero sin caer en delirios de grandeza ni sobredimensiones absurdas.
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