Opinión

La educación y el Leviatán socialista

La nueva ley educativa del PSOE , la LOMLOE (Ley Orgánica de modificación de la Ley Orgánica de la Educación), es la denominación oficial de la ley Celaá, un trabalenguas cacofónico que muestra en pintoresco acrónimo la urgencia con fue tramitada y posteriormente aprobada sin consulta previa a ninguno de los sectores afectados por la misma, fundamentalmente profesores y padres. 

En los medios de comunicación es lugar común oír y leer que no hay cambio de gobierno sin su ley educativa, pero lo cierto es que las leyes que verdaderamente han conformado el sistema educativo que tenemos, son todas de inspiración socialista pues tras la LOECE de UCD de 1980 (que tras el 23-F nunca entró en vigor) tanto la LODE de 1985 que estableció los conciertos educativos y los consejos escolares de centro , como la LOGSE de 1990 -que es la que estableció la estructura básica del sistema educativo vigente en España desde entonces- fueron promulgadas por el PSOE.

La LOGSE puso boca abajo la estructura EGB-BUP-COU vigente desde la LGE de Villar Palasí de 1970, estableciendo para la enseñanza secundaria un modelo comprensivo de enseñanza obligatoria hasta los 16 años ESO, que dejaba además un jibarizado Bachillerato de 2 años. Este modelo comprensivo trajo pronto importantes tasas de fracaso o repetición (del orden del 40%) y abandono escolar temprano (más de un 26%) que persisten hasta nuestros días. Por otro lado –tras una retórica vacía de carrera docente- borró de la existencia oficial a Catedráticos y Agregados, que habían hecho de los institutos centros de referencia de la enseñanza media. 

Tras más de 10 años de aplicación de la LOGSE, en 2002 la ley de calidad LOCE de Pilar del Castillo que establecía itinerarios en la ESO, reforzaba las materias troncales y buscaba recuperar el prestigio de los profesores tuvo una vida efímera que sería ocupado por la LOE de 2006, una LOGSE 2.0 con “ética para la ciudadanía”.

Tras unos fracasados intentos de pacto educativo, en 2013 se aprobaba la ley Wert o LOMCE, con algunas novedades importantes como eran las pruebas de evaluación externa al final de cada etapa y la FP dual con participación de las empresas.

En el año 2020, y con la excusa de la pandemia del covid-19 se aprobaban medidas de urgencia, que daban vía libre el aprobado general solapado y la titulación para todos y perfilaban las líneas por las que iba circular la nueva ley. Efectivamente, la LOMLOE -en su deseo indisimulado de borrar todo vestigio de la ley Wert- elimina los itinerarios de la ESO y establece distintas vías para que la titulación para todos sea un hecho. Por otra parte, el título de Bachillerato podrá obtenerse con una asignatura suspensa permitiendo a los alumnos obviar aquella asignatura que les resulte más antipática o difícil independientemente de su importancia objetiva en el currículum. Un sistema, en suma, que convertirá a los profesores en un elemento más de un engranaje expedidor de títulos y mantendrá en una burbuja de irrealidad a nuestros jóvenes hasta, al menos, los 18 años o el examen final de la vida real. Frases de todo un ministro como el de universidades que declara que copiar en los exámenes es un arte cuya condena es síntoma de “la vieja pedagogía autoritaria” , o el eslogan  “nadie se quede atrás” de la ministra Celaá, reflejan muy bien el ideario de nuestras autoridades educativas donde la equidad y la inclusión están en el frontispicio del sistema, pero la calidad y la excelencia brillan por su ausencia.

Por otro lado, la eliminación del castellano -la lengua común de todos los españoles- como lengua vehicular de la enseñanza ignorando el espíritu del artículo 3 de nuestra Constitución, el vaciamiento de los centros de educación especial en un plazo de 10 años en aras de una supuesta inclusión en centros ordinarios de alumnos con importantes discapacidades o el acoso a la iniciativa privada concertada mixta o diferenciada impidiendo en una sociedad plural la libre elección de centro, representan de hecho un ataque directo a la voluntad soberana de los padres -recuérdese la terrible afirmación “Los hijos no son de los padres” de la ministra-.

Y también, quizá de no tanto calado pero no menos graves, el nombramiento sin oposición de inspectores que tendrán funciones más propias de comisarios pedagógicos que de otra cosa, la habilitación a los consejos escolares para ejercer funciones altamente intrusivas en el funcionamiento de los centros, el fomento de la presencia equilibrada de ambos sexos en las diferentes materias sin tener en cuenta los gustos o inclinaciones de cada uno, la desaparición de la obligatoriedad de las matemáticas en los Bachilleratos de Ciencias y de las lenguas clásicas en los de Humanidades o la aparición de contenidos transversales de memoria democrática y/o con perspectiva de género, dibujan un panorama educativo realmente inquietante en el que el adoctrinamiento ideológico parece el objetivo principal.

La LOMLOE es una “vuelta de tuerca” más del sectarismo educativo socialista y representa la culminación de un proceso planificado de desguace y desmembramiento - a modo de Leviatán- de la enseñanza, que compromete seriamente el porvenir de todos nuestros jóvenes. Un proceso continuado que muchos compañeros de profesión hemos ido sorteando mal que bien con nuestra práctica diaria pero que, al final de 40 años de ejercicio profesional, nos sumerge en la frustración y el desengaño.