Opinión

Sin Fiestas

Quedarse sin Fiestas no es una cuestión baladí.
Es algo cuasi grave. ¡Pobre infancia y pobre juventud! No quiero ni pensar lo que las generaciones pretéritas hubieran hecho de quedarse sin Fiestas. A lo largo de la historia, nuestros mayores se las perdieron por mil razones. La más cercana y triste, la Guerra Civil. Pero esta gente joven de ahora que lo tiene todo, no sabemos si estaba preparada para, dos años consecutivos, quedarse sin sus Fiestas por un motivo tan difícil de digerir, como algo lejano para su inmortal ser como es una enfermedad colectiva, una pandemia.

Demasiado formales están los chavales, sin duda, atorados por una coyuntura social, sanitaria y económica desbordada de estupideces, incongruencias y sin sentidos.

Vivimos tan rodeados de tabúes, que no podemos hablar de nada sin ofender. Por ello, estos días de No Fiestas podríamos aprovechar para cultivar la transigencia y trabajarnos una sociedad donde todo no resulte tan amenazante. La libertad, como las Fiestas, sólo se consigue alcanzar y disfrutar sumidos en la tolerancia y el respeto. Estamos histéricos, todo nos molesta, y por ello es tan grave que nos perdamos las Fiestas, porque si algo tiene de bueno ese tiempo semanal anual, es que se permite todo, y cada forma de entenderlas se respeta. ¡Vamos a vivir felizmente este tiempo de convivencia limitada y preparémonos para abrir las mentes y compartir con solidaridad!