Opinión

Felices fiestas y más ensoñación

Las Navidades son un buen momento para estar con los seres queridos y con amigos, y así siempre lo he vivido. Pero, hay algunas cosas que me abruman y es pensar en la cantidad de energía que puede llegar a consumirse de un modo tan superfluo. 

Es una carrera desenfrenada, donde cada vez más alcaldes están jugando a ver quién gasta más dinero público en luces, algo que no tiene demasiado que ver con lo que es el espíritu navideño, que tendría que estar más enfocado en competir por la solidaridad, con la calidad de los servicios públicos…

Lo que no vemos resulta casi siempre de mayor amplitud y hasta importancia que lo patente de forma directa. No hay dominio más vasto, ni realidad más apasionante que lo invisible. A casi todos, se nos escapa que las raíces son más extensas y sustentadoras que las ramas y las hojas. No menos que ahí abajo, en el ciego y oscuro suelo, acontecen los episodios más cruciales para los terrestres, nuestra especie incluida. Al menos mientras sigamos alimentándonos con plantas o con comedores de plantas.

No se entienda que uno desea calles, plazas, escaparates, apagados. Estos comentarios pretenden acordarse de que nada ciega tanto como los fogonazos, circunstancia a la que nos estamos aproximando.

Se nos quiere olvidar que lo más luminoso del ser humano reside en esos momentos y lugares que dedica a la ensoñación. Para lo que resulta imprescindible apagar las otras luces, las que borran lo invisible.