Opinión

Arquitectura sanitaria eficaz y económica

Año nuevo, costumbres viejas; sueños nuevos, vicios antiguos. Los mensajes, conocidos por todos: “paz y amor”, “de este año no pasa: voy a perder peso”, “a ver si encuentro pareja” o “todo irá bien”. En este mar de ideas aburridas, obsoletas y repetitivas nos hemos propuesto dos cosas. Una a nivel mediático, otra a nivel social. Es válida, además, para las políticas, empresas o cada persona individual, como si estuviésemos aplicando los fractales del gran Benoit Mandelbrot. 

Primera idea: pedimos a los medios que den menos peso a los políticos. No al debate de las políticas que se puedan aplicar. Merece la pena discriminar entre lo que importa y lo que no. Importa la letra pequeña de la reforma laboral, no la foto. Importa las medidas fiscales, no quien ocupa un puesto concreto. Importan las medidas para reducir el cambio climático, no el anuncio pomposo y vacío. Importa mitigar las consecuencias de la pandemia, no medidas “por hacer algo” que  el portavoz del gobierno resumía así: “si nos aprueban el certificado bien, y si no también”. Aunque nos importa lo que pasa, importa más porqué pasa. Por eso es pertinente eliminar el amarillismo del debate, discutir cómo hacer el gasto público más efectivo, cómo mejorar la competitividad de nuestra región o cómo evitar que haya segmentos sociales que se puedan quedar atrás.

En definitiva y como ya comprobamos en el reciente suplemento especial publicado por el Diario en el día de Navarra, pedimos dar más voz a la calle. ¿Acaso no avanzamos más por el buen hacer de los profesionales y la sociedad civil que por el hacer de algunos políticos?  Aunque algunos dicen que importa el qué y no el con quién, no deja de ser un mensaje simple y facilón para justificar un comportamiento que como ya nos explicaron (aunque se ve) sólo tiene un propósito: el poder.

Segunda idea: equilibrar la arquitectura, la sanidad y la economía es imprescindible. Pensemos en la construcción de la CUN (Clínica Universidad de Navarra). Las habitaciones están orientadas a áreas verdes que buscan aportar paz y serenidad a los pacientes. Eso permite avanzar con la mayor eficacia posible en la curación de la enfermedad o al menos en la mitigación de sus síntomas. De la misma forma, las empresas pueden seguir esos patrones para que los trabajadores puedan tener una actividad más placentera. Claro que todo ello debe ir acompañado de términos no monetarios como el buen ambiente, el reconocimiento personal o el agradecimiento por el esfuerzo realizado. Eso sí que mejora la productividad. Por otro lado, nuestras casas pueden estar también más orientadas a dar calma y tranquilidad, de manera que al llegar a nuestro hogar nos sintamos más relajados.  Eso sí que es sostenibilidad, no la retórica de muchos partidos políticos que de un día para otro se han vuelto “verdes”.  Además, este equilibrio entre arquitectura, salud y economía se encuentra dentro de nosotros. Es deseable alcanzarlo.

Esto hace que podamos ver las cosas de otra forma. Imaginemos una persona de 50 años, con sobrepeso o algún tipo de hábito poco saludable. Si su idea es “tengo que adelgazar como sea”, es fácil que siga igual. No obstante, si pensamos que nos estamos jugando la calidad de nuestra vida entre los 70 y los 80 años, es más fácil cambiar nuestras malas costumbres. 

De hecho, ya se considera la “cuarta edad” a los mayores de 80 años.  Teniendo en cuenta, además, que sólo en Estados Unidos el 80% de la riqueza lo tienen las personas mayores de 60 años y que este patrón es semejante un nuestro país, aparecen nuevas oportunidades de vida, consumo y entretenimiento. Los fondos de inversión lo saben, y en consecuencia las megatendencias (que invierten en salud, mascotas o nuevas tecnologías) están orientando una gran cantidad de recursos financieros hacia las personas entre los 60 y 80 años.

Volviendo a nuestra segunda idea, observamos que  muchas medidas políticas se toman en base a ideologías. A nivel empresarial, la base principal es aumentar el beneficio. A nivel social, pensamos demasiado en el “qué dirán”.

Sin embargo,  es mejor orientar nuestros recursos a usar de forma más eficiente posible la arquitectura en lugar de otorgar proyectos públicos valorándolos únicamente por dinero. Es fundamental  pensar más en la medicina preventiva o en el uso de tecnologías para mejorar el tratamiento de las enfermedades. ¿Cómo puede ser que usemos el móvil sólo para la carpeta sanitaria cuando existen aplicaciones que hacen maravillas? Es prioritario  crear el mejor contexto posible para lograr los objetivos que demanda el conjunto de la sociedad de manera sostenible.

Ese es el reto. Muchos artículos de prensa, muchos libros y muchas presentaciones de Power Point se quedan sólo en las propuestas. Ese tiempo terminó. Es el momento de comprar, invertir, actuar, exigir  y votar de acuerdo a unos valores.

De la conducta de cada uno depende el destino de todos.

Javier Otazu
Economía de la conducta

Félix Zubiri
Médico de familia

José Manuel Pozo
Arquitecto