Opinión

Nobel de Economía 2021

El Premio Nobel de Economía ya tiene ganadores: el canadiense David Card (65 años, Universidad de Berkeley), el estadounidense Joshua Angrist (61 años, MIT) y el holandés estadounidense Guido Imbens (58 años, Stanford). Aunque no lo parezca, tienen relación entre ellos: Angrist fue padrino de la boda de Imbens. Para que después digan que la economía no hace amigos.

Según la Academia, su mérito es “revolucionar la investigación empírica en las Ciencias Económicas”. ¿Cómo han logrado eso? La clave es “responder preguntas usando experimentos naturales”. Para ello, debemos tener claro lo que es un experimento natural: son situaciones que surgen en la vida real que permiten realizar comparaciones de interés sin que un investigador haya tomado partido en las mismas. Son semejantes a los experimentos aleatorios, los cuales comenzaron a aplicarse en epidemiología y ahora se han llevado al mundo de la economía. De hecho,  Abhijit V.Baberjee (India) y Esther Duflo (Francia) ya ganaron el Nobel del año 2019 a partir de sus investigaciones en este ámbito. El libro que han escrito ambos,  “Buena economía para tiempos difíciles. En busca de mejores soluciones a nuestros mayores problemas”, editado en España por la editorial Taurus, explica muy bien sus ideas.

Ejemplos sencillos de experimentos naturales los tenemos en el desarrollo económico de Corea del Norte comparado con Corea de Sur o de Ucrania con Polonia. En ambos casos, países de características semejantes a nivel de recursos humanos, naturales o de capital se diferencian en su sistema político. Pasado un tiempo, podemos valorar la riqueza en cada caso y a partir de ahí extraer conclusiones. En un experimento aleatorio  el investigador decide al azar, por ejemplo, una región a la que aplicar renta básica y otra semejante a la que no se da dicha renta. Como en el caso anterior, pasado un tiempo se sacan conclusiones. En este caso el investigador ha influido en el estudio, en el caso anterior no lo ha hecho.

En el caso del Premio Nobel 2021, debemos distinguir dos enfoques. En primer lugar, el resultado de algunos estudios particulares. En segundo lugar, la metodología realizada para hacer los estudios. No puede valer nunca, nunca, nunca un estudio hecho con procedimientos inapropiados. A eso en epidemiología se le llama validez interna, y si no se cumple ese principio, la validez nunca puede ser externa. Es decir, no se pueden generalizar los resultados.

Así, el segundo caso es el enfoque de Angrist e Imbens. Se basa en “apuntes metodológicos para relaciones causales. Cómo extraer conclusiones sobre causa y efecto a partir de experimentos naturales”. Las palabras son muy técnicas: inferencias causales, diseños de regresión discontinua, estrategia de diferencias en diferencias o estudios observacionales no son conceptos tan usados como la regresión lineal múltiple, la regresión logística, los métodos ANOVA o las series temporales. 

Lo que cuenta es el espíritu: controlar el mecanismo de asignación del grupo de tratamiento. Al fin y al cabo, ¿qué circunstancias determinan que una persona termine en un grupo u otro? Si no tenemos cuidado con eso, los resultados obtenidos son sesgados. Merece la pena insistir en ello: la epidemiología clásica, de moda por el tema de la pandemia, aporta instrumentos y conceptos muy relevantes que se pueden aplicar en la ciencia económica. 

Toda investigación tiene dos problemas. Primero, distinguir correlación de causalidad. ¿Son más pobres los países en los que fallan las instituciones o es la pobreza la que genera el fallo de las instituciones? ¿Una causa a la otra o bien se trata de una asociación? Más aún, ¿hay alguna circunstancia de fondo (geografía, cultura, tener pasado colonial, sistema  político o religión, entre otras opciones) que explique a la vez la pobreza y los fallos institucionales? Pocas preguntas son más complejas que éstas.

Segundo problema, los sesgos. Para que un estudio, natural o experimental, sea válido la única diferencia entre los dos grupos de análisis debe ser el factor a estudiar. Si por ejemplo queremos valorar la influencia del tabaco en la esperanza de vida en dos grupos diferentes, hay que tener cuidado: es posible que los fumadores se cuiden menos, hagan menos deporte o beban más alcohol. Si no tenemos esos matices en cuenta, sobreestimaremos el efecto del tabaco en la posible disminución de la esperanza de vida. Sí; es más fácil hacer un estudio trucado que nos lleve a una conclusión concreta que hacer un estudio perfecto. 

Los sesgos, los sesgos. Para Jorge Carrión, Doctor en Humanidades de la Universidad Pompeu Fabra, incluso los Nobel tienen un sesgo muy marcado en la identificación de la excelencia: está basada la cultura occidental. Por cierto, la misma crítica se ha hecho a los estudios académicos: tienen un sesgo muy marcado por la cultura anglosajona. En fin, son las cosas de los sesgos. La vida sesgo es.

Nos vamos a David Card: en este caso se trata del primer enfoque: debemos destacar los resultados de sus estudios. Por supuesto, se supone que los ha realizado con la metodología anterior. Si no, vamos apañados.

Año 1992. Los estados fronterizos de Nueva Jersey y Pensilvania permiten realizar un experimento natural con los salarios mínimos en restaurantes de comida rápida. Mientras que en Pensilvania se pagaba 4.25 dólares la hora, en Nueva Jersey la paga ascendió a 5.05 dólares. Así, en una encuesta realizada a los gerentes (¡410 entrevistas!) no se detectó ningún efecto negativo en el empleo. ¿Cómo puede ser? Bueno, digamos que la sabiduría convencional no siempre es sabiduría. Y claro, cuando ocurren estas cosas se adapta la teoría a la práctica. Así, Arindrajit Dube estimó que la subida del salario mínimo se puede trasladar a la hamburguesa, de forma que repercute 50 centavos en el precio. Así, las clases medias hacen un “subsidio” a las bajas, aumentando su bienestar y proporcionando paz social al conjunto de la sociedad. Además, la teoría de los salarios de eficiencia se cumple: los trabajadores están satisfechos en sus puestos y no desean irse. En consecuencia, el empresario se ahorra costes de rotación o de formación de nuevos empleados.

No obstante, ha quedado claro que los estudios no son claros. Con metodología semejante un estudio del Banco de España concluyó que la subida del SMI (salario mínimo interprofesional) en un 6.8% supuso un incremento del 170.000 parados. BBVA Research o AIRef llegaron a conclusiones semejantes. Otros investigadores como Dale Belman, Paul J.Wolfoon o Cristopher Linn estiman que la subida del salario mínimo es útil y además aumenta la capacidad de consumo de las clases más bajas.

En fin, un economista puro diría que ese estudio es válido en los restaurantes de comida rápida de Nueva Jersey y Pensilvania en el año 1992. Si hacemos el estudio comparando, por ejemplo, las comunidades autónomas de La Rioja y Navarra es posible que las conclusiones no se repliquen. Son las cosas de la multifactorialidad. 

David Card ha realizado más estudios llamativos. Por ejemplo, estudiando la llegada de 125.000 inmigrantes a Miami observó que los niveles de renta de los trabajadores menos cualificados no descendían; en contra, una vez más, de la sabiduría convencional. En el caso de California (1987-88) el 11% de la población activa y el 50% de los adolescentes ganaban menos del salario mínimo, y la subida del mismo tampoco afectó al desempleo. 

Para la vicepresidenta del Gobierno Yolanda Díaz el Premio Nobel de este año ha sido “merecido”, por eso no tardó mucho tiempo en dar la “enhorabuena” al galardonado. Vamos a estudiar la causalidad. ¿Ideología? ¿Conocimiento de los aspirantes al Nobel?

En las primeras clases de economía se estudia la diferencia entre “economía positiva” y “economía normativa”. En el primer caso  se estudia la realidad, y partir de la misma sea deciden normas para la convivencia general. Si el presidente de Estados Unidos Joe Biden ha subido el salario mínimo a 15 euros, tendría sentido que lo habría hecho a partir de todos estos estudios.

En los premios Nobel de las dos últimas décadas se ha pasado de premiar a investigadores en micro, macro o econometría (para Card “filósofos matemáticos”) a premiar a los que relacionan la economía con experimentos, psicología o sociología, dándole un ámbito interdisciplinario (“orientación práctica”). 

En la economía del presente es usan los dos enfoques, en la del futuro sólo se usará el segundo.

Su nombre, Economía de la Conducta.