Opinión

Economía circular, economía azul

La economía circular está de moda. El concepto viene definido por la palabra misma: consiste en convertir el proceso productivo sea un círculo virtuoso en el que la materia prima y el residuo sean lo mismo. En nombre técnico, “cradle to cradle”. Aunque el concepto no es nuevo, la llegada de los fondos financiados por la Unión Europea ha hecho que adquiera una relevancia inusitada. Es una estrategia que va ganando cada vez más adeptos desde que Larry Fink, CEO de la gestoría BlackRock y una de las personas más poderosas del mundo afirmó que las inversiones deberían servir para crear un mundo mejor. En otras palabras, el beneficio pasaba a no ser el único propósito de las empresas. Se iba a tener en cuenta a las personas y al medio ambiente. Es la denominada responsabilidad social corporativa (RSC). 

Volvamos a la economía circular. Se debe remarcar que aborda de manera adecuada el problema de la evaluación de los recursos y los desechos. En la economía tradicional, la extracción de bienes naturales como los minerales, la madera o el petróleo se considera riqueza. Está claro que si talamos todo el Amazonas el Producto Interior Bruto (PIB) de Brasil subirá, pero a medio plazo no podemos considerar el país más rico que antes. Por otro lado, en la economía tradicional los desechos… ¡son desechados! Su relevancia a nivel teórico es baja (externalidades). Sin embargo, su uso es fundamental. No es lo mismo contaminar un río o emitir CO2 que reciclar los residuos e introducirlos en otro proceso productivo. 

Esto nos lleva a las “Diez R” que resumen la economía circular: rechazar, reducir, rediseñar, reutilizar, reparar, rehabilitar, restaurar, remodelar, reciclar y recuperar.

    

Virginijus Sinkevicius es el comisario europeo de medioambiente, océanos y pesca. Se ha puesto manos a la obra. Además de preparar normas que van a influir en el problema de la duración de los productos, su reutilización y su reparabilidad, estima que con medidas de este calado el PIB de la Unión Europea subirá en un 0,5% adicional hasta el año 2030 y que además se crearán 700.000 puestos de trabajo. El plan consiste en mejorar el diseño de los materiales, divididos en siete grupos: dispositivos electrónicos y tecnológicos; construcción y edificios; baterías y vehículos; comida, plásticos, ropa y empaquetado. A nivel circular, los pasos son, también, siete. Innovación y diseño; producción y reelaboración; distribución; consumo, reutilización y reparación; recogida; reciclado; materias primas y residuos.

Existen corrientes de pensamiento que buscan amplificar la idea de economía circular. La bióloga Janine Benyus trabaja la biomimética. La psicológa industrial Edita Olaizola profundiza en la idea anterior a partir de la biomimética organizacional: la empresa debería aprender de la naturaleza. Y esto nos lleva a la meta final: es la economía azul de Gunter Pauli. El sistema económico debe integrarse en la naturaleza actuando como ella misma. ¿Cómo resumir esta idea? Dejemos que lo haga el propio autor del concepto.

“Al estimular los exitosos procedimientos que encontramos en los ecosistemas naturales, podemos comenzar a elegir modelos con un alcance generoso y una propensión al reciclado, cuya meta sea la gestión planetaria y biológica, y cuyo futuro sea la perpetuidad. Esa es la economía. Cuando comenzamos a captar la plenitud de este paradigma, la imagen de la economía azul se eleva como ave fénix de las cenizas de la inestabilidad económica hallando fuerza e inspiración en la naturaleza.” 

La economía azul tiene como base asegurar que los ecosistemas mantengan su trayectoria evolutiva de manera que todos podamos beneficiarnos del inagotable caudal de creatividad, adaptación y abundancia de la naturaleza.     La clave es imitar la eficiencia sin recursos de los ecosistemas. En esencia, la biodegrabilidad más la renovabilidad no es igual a sostenibilidad, ya que ésta sólo será factible cuando nuestro sistema elimine el concepto de deshecho y comience a reciclar los nutrientes y la energía tal y como lo hace la naturaleza.

Existen ejemplos de pequeños proyectos que han tenido un éxito notorio, como la aparición del velcro, inspirado en las avispas. El libro Economía Azul, de Gunter Pauli, fue publicado en el año 2014: propone en diez años un total de 100 innovaciones con 100 millones de empleos.

Llama la atención como este modelo evalúa en un producto los beneficios para el productor, el consumidor…¡y el planeta! Por ejemplo, la producción de cierto café puede ser, para los diversos agentes económicos, un proceso rico, limpio, barato, rápido, saludable y seguro. Para el planeta se genera menos energía, metanos, rastrojos, talas, basuras y la alimentación es más segura. 

Nuestro modelo económico está basado en la estimulación excesiva de la demanda para satisfacer caprichos e ignorar necesidades básicas. Un ecosistema nos enseña a innovar, colaborar, tener paciencia y ser perseverante.

¿Será este el camino del futuro? Todos los demás llevan al desequilibrio, así que aunque sea por eliminación nos acercamos a un mundo azul.

Ciudades, personas, empresas, instituciones, gobiernos: preparados, listos, ¡ya!