Opinión

La Navarra pálida

Entre Figarol y Urroz-Villa

Este fin de semana próximo, según he tenido noticia, se celebran sendos actos en dos puntos del medio rural navarro que me parecen, cuando menos, debieran tener más arropo y cariño.

Urroz-Villa

El primero de ellos en la villa de Urroz viene de la mano del evento del Día del Libro que se celebra este sábado 23 de abril. Es fácil ver este tipo de eventos en grandes plazas de ciudades donde se garantizan una asistencia nutrida que amortizará el gesto de salir a la calle de las librerías y editoriales. Unas librerías, por cierto, que llevan camino de ser declaradas especies protegidas en peligro de extinción. Que este paso sea dado en una localidad que no llega a los 400 habitantes merece, cuando menos, el respeto y elogio por su valentía. Ahora toca ver la respuesta del público.

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Urroz-Villa está enclavada en el corazón de la Merindad de Sangüesa, a medio camino entre Pamplona y Aoiz. Tiene el singular registro de poseer una de las plazas más grandes de Navarra, la Plaza del Ferial solo por detrás de las Plazas de los Fueros y del Castillo de la capital. Es, además la puerta de entrada a una de las zonas más vaciadas de nuestra comunidad, una zona tan cercana a Pamplona, Aoiz o Sangüesa, como otras pero que, sin embargo, experimenta una creciente ausencia de vecinos. Es la Navarra más pálida, la pirenáica, en un fenómeno análogo a lo ocurrido en la vecina Huesca y otras regiones españolas donde la orografía parece jugar un papel determinante.

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Mapa de densidad de población en Navarra de 2018

Pero el fenómeno, ni es nuevo, ni exclusivo de la montaña. En la Ribera, también el despoblamiento es una constante que no debe desdeñarse ni descuidar.

Figarol

Un 26 de abril de 1962 conoció este concejo, enclavado en el término municipal de Carcastillo y que tampoco llega a los 400 vecinos empadronados, la llegada de sus colonos. Como Rada, San Isidro del Pinar, Gabarderal o el desaparecido Boyeral, el entonces Instituto Nacional de Colonización, ahora bajo las siglas del IRYDA, alentó la ocupación de unas tierras fértiles regadas con un Canal de las Bardenas que se estaba levantando en tales fechas y llegaba hasta la aragonesa región de las Cinco Villas que, al igual que la parte navarra, conoció el nacimiento de los llamados pueblos de colonización.

Este sábado, cuando se van a cumplir 60 años de aquella llegada, se rememorará en la localidad el acontecimiento. Con ocasión de los 50 años, se levantó en el corazón de Figarol un monumento homenaje a aquellos colonos. Obra del artista oscense Pedro Anía, bien pudiera hacerse extensivo a todos los pueblos nacidos así.

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Monumento 'Memoria de un pueblo de colonización' de Figarol

Este sábado pasado, en una visita a la localidad, tuve ocasión de hablar con uno de sus vecinos, de los presentes desde aquella primera hora, con hijos y nietos que, me dijo, buscan marchar, salir a buscar una vida mejor fuera. Los vecinos reales, me dijo, son bastantes menos que los oficiales. El agua fue un revulsivo, sin la menor duda, y sigue siendo necesaria. Pero es evidente que hay elementos comunes con los problemas que llevan al vaciamiento de la montaña y a sonrojar el mapa de nuestra tierra con el contraste de una Navarra pálida.

Estos pequeños eventos, cuando menos, bien serían reconfortantes con la presencia de paisanos que acudan a participar de tan valientes acontecimientos. Cada uno es dueño de su tiempo y destino. Y la presencia es una forma activa de participación también.