Opinión

¿Navarra ya no será el asombro del mundo?

La economía navarra se ha basado en el último decenio en la llamada ‘dieta vasco-navarra’, cuyos ingredientes principales eran el boom urbanístico, el superávit fiscal, la innovación, la exportación y el consumo interno. Dicha fórmula creaba excelentes platos minimalistas, de apariencia altamente sugestiva pero vacíos de contenido culinario y con fecha de caducidad impresa.

En el plano socio-económico y a pesar de aparecer Navarra en los primeros puestos del Estado español en lo relativo a los parámetros indicadores del índice de calidad de vida de una comunidad (tasas de paro, infraestructuras, calidad del sistema sanitario y educativo público, niveles de protección social y dotaciones recreativas ), el viejo Reyno navarro estaría lastrado por la excesiva dependencia energética del petróleo y gas natural (rondando el 75%) y por una deuda estimada de 3.200 millones de euros para finales del 2024, deuda que hipotecará seriamente el devenir de Navarra como comunidad diferenciada y auto-gestionada en el futuro mediato y que se verá agravada por la progresiva reducción de las cifras de exportación.

Conviene recordar que Navarra sería una comunidad netamente exportadora de bienes (40% de su producción total) pero que adolece de una excesiva dependencia del sector del automóvil (las exportaciones de VW representa casi el 50% del total), una preocupante atomización de las empresas agro-alimentarias así como de una necesaria diversificación y búsqueda de mercados alternativos a la Eurozona (el 30% de sus exportaciones van destinadas a Francia, Alemania, Gran Bretaña e Italia).

Sin embargo, tras una etapa dulce impulsada por favorables vientos de cola, la crisis de la industria automotriz provocará un choque de las placas tectónicas del sector industrial que podrían hacer tambalear al buque insignia de la industria foral (Volkswagen Navarra) y que podría tener como efecto colateral la entrada en recesión de la economía navarra en el 2025. Así, el previsible declive de la industria automotriz en Navarra que emplearía a cerca de 15.000 personas, provocará un vertiginoso tránsito desde niveles de bienestar hasta la cruda realidad de la pérdida del trabajo y una posterior dependencia en exclusiva de los subsidios sociales, con lo que asistiremos al retorno al medio rural y al resurgimiento del sector primario.

Asimismo, Navarra corre el serio riesgo de quedar una vez más desplazada de las principales vías de transporte europeas tras la entrada en el limbo de la conexión del TAP con la Y vasca y el descarte de la autovía transfronteriza Navarra-Francia que dotaba a Navarra de acceso directo a Europa. Ello, aunado con la fosilización del aeropuerto de Noáin, la desertización industrial de amplias zonas de Navarra y la fractura política de una sociedad navarra dividida en dos bloques antagónicos incapaces de hacer frente común para defender su autogobierno, impedirá reeditar en la próxima década la frase de Shakespeare: “Navarre shall be the wonder of the world” (Navarra será el asombro del mundo).