Opinión

El Castillo de Ablitas y los turistas navarros

Es verdad que nunca pensé conocer una pandemia como la actual en todos los sentidos, tanto sanitarios como cotidianos. La última ocurrió en 1918, y eso, simplemente, es historia muy lejana. Tampoco creí, a pesar de los años que nos dedicamos muchos abliteros románticos, a lucha, constantemente, para recuperar y dignificar nuestro castillo medieval (siglo XII-XIII), que amenazaba ruinas, y que estaba al borde del colapso que se salvaría.  Sin duda, nadie daba un “duro” por él, y menos pensaban que iba a ser reflotado y reedificado de nuevo. A su vez, esta actuación institucional significa una apuesta para dar lustre al pasado de nuestro pueblo, y exaltar nuestro devenir, y eso debemos agradecérselo, sin lugar a dudas, al departamento de cultura, y sobre todo al Servicio de Patrimonio Histórico.

Dicho esto, como introducción de esta carta, tengo que reconocer, como miembro de la Asociación Patrimonio de Ablitas, que, si algo positivo tiene esta maldita enfermedad es que, desde el puente foral de diciembre, hasta la Semana Santa he visto a infinidad de navarros entusiastas visitando nuestro castillo. Gentes diversas, interesadas, aficionadas, motivadas, cultas etc. Y, lo más importante es que han sabido valorar el esfuerzo de la digna restauración, el interés demostrado por el Ayuntamiento de Ablitas en enseñarlo y compartirlo, y la labor pedagógica de la Asociación Patrimonio de Ablitas para ponerlo en valor.

Durante este tiempo, nos han visitado, muchos, muchísimos navarros. Los vecinos de otras provincias limítrofes se han tenido que tragar con pena el confinamiento perimetral.  Y en este paseo cultural, algunos han descubierto el interés patrimonial de nuestros pueblos, su vida, su existencia, su morfología, su idiosincrasia. Han valorado el legado material, que ha sido más eficiente y eficaz que cualquier libro de historia, y que, mucha gente, lamentablemente, desconocía. Así, la existencia de un castillo medieval en la frontera sur del Reino de Pamplona primero, y Navarra después, y en un conflicto constante con el Reino de Aragón, les ha desconcertado. Sin duda, ha sido una lección de geografía, arte, historia económica y del arte, heráldica nobiliaria etc. de nuestra comunidad, y, además, ha servido para valorar, conocer, entender y sentir nuestra historia, y a sus gentes en su mayor diversidad. Así pues, cerrar fronteras, a pesar de la extorsión ocasionada, en este tiempo de recogimiento y lucha contra el virus ha merecido la pena como promoción cultural.