Opinión

Cuellos rojos

Los violines que elevan las músicas más allá de los cielos, los bailes que danzan, las voces que entonan y cantan, son ya de todos una vez se liberan de las cuerdas, se desprenden de los cuerpos ó brotan de las gargantas. Y es que la fiesta, cualquiera que sea el germen de su procedencia, es manifestación de la gente, del pueblo, y por ello, de vida.

Por eso es la fiesta tuya, mía, nuestra. Los lugares cambian de dueño, la memoria y los recuerdos, nunca.

Llega el tiempo de expresar la alegría y retomar el valor del saludo sincero, ahora que se nos brinda la ocasión del abrazo que concentre la sequía de dos abrazos, de dos besos ansiados, de dos a Dios te encomiendo. Hacer que de verdad parezca que fue ayer cuando explotó ese cohete, cuya detonación anuncia el inicio, el comienzo de una sonrisa sudorosa. Ahora que vislumbro, muy cerca, el cuello rojo anudado de mi madre, bajo aquella sonrisa que regalaba eterna bienvenida.

Es el mejor momento por más deseado, por haberse frustrado en dos ocasiones. Estaría muy bien que, a modo de preliminar, la cita previa al cohete suponga el éxito de la fiesta, aérea explosión de cuellos elevados que, tras breves instantes, se tornarán de un rojo elocuente.

Mis mejores deseos para todos y que esta FIESTA lo sea con mayúsculas, Felices Fiestas, Viva Santa Ana, Viva Tudela, Zorionak!