Opinión

El respetable

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A ver… Se ha asumido de manera errónea y torpe que el/la que adquiere un billete de entrada para disfrutar de un espectáculo deportivo, o su poseedor, adquiere a su vez la licencia de insultar, ofender, vejar, etc., a quien se encuentre en el recinto de juego. Árbitro (víctima preferida), jugadores, participantes y otros jueces que, con la mejor de sus fes, pretenden dilucidar situaciones de controversia, son objeto un día sin otro de las tropelías del público, o  al menos, de algunos de los asistentes.

Escuchar a miles de personas entonar un “fulano muérete”, “árbitro cabrón” o “zutano eres un mono subnormal”, se acepta lo mismo que “mengano quédate” o “fulano te queremos”.

Eso sí, durante el trayecto de su casa a las instalaciones deportivas, usted, ¿aficionado a qué? no insulta, ni ofende, ni agrede, ni utiliza palabras soeces. Pero ya en el campo, envuelto y escondido dentro de la masa de cientos, de miles, todo vale. Como se suele escuchar, el público es soberano.

Pues no. La soberanía se pierde con facilidad y muy rápidamente cuando se empieza por no respetar a los demás, a no tener ningún tipo de consideración, lo que se traduce en el insulto, el agravio y otras procacidades.

Que sean los propios chavales los que tengan que establecer un decálogo de comportamiento para sus progenitores, es algo de lo que la sociedad debería sentir más que vergüenza, y dice más bien poco a nuestro favor. Y es que, de casa hay que salir limpio, aseado y, sobre todo, educado y respetuoso. Así que de respetable, de momento, más bien poco.

Enrique Rodés Martínez

Tudelano observador