Opinión

Dificultades socialdemócratas

En toda Europa los populismos ganan adeptos, mientras los partidos socialdemócratas carecen de soportes intelectuales y organizativos que les den solidez. Están desorientados y su futuro no es halagüeño.

La socialdemocracia nació en el XIX, tuvo éxitos en el XX, pero en el XXI se encuentra fuera de sitio. La socialdemocracia nació para armonizar la demanda de igualdad social, junto con el respeto a la libertad individual. Propugnó un importante intervencionismo estatal que corrigiese las injusticias económicas, pero no pretendió abolir ni el libre mercado ni cuestionó la propiedad privada. Consideraba que era posible alcanzar el socialismo de forma gradual y reformista, mediante la lucha política y la reforma económica.

Las fuerzas que le fortalecieron hoy no existen: la experiencia colectiva de la guerra, la clase obrera industrial, el poderío de la Unión Soviética, que forzaron a las estructuras  capitalistas a alcanzar acuerdos con los partidos socialdemócratas. Después de la II Guerra Mundial, demócrata-cristianos y socialdemócratas levantaron juntos el “Estado de bienestar” que ha proporcionado una identidad propia a las democracias liberales de la Europa desarrollada.

El movimiento socialdemócrata nació para reconciliar socialismo y democracia liberal. Inicialmente, suscitó el odio de los marxistas (luego comunistas) entre los que se encontraba el PSOE, que veían a los socialdemócratas como burgueses y degenerados. La socialdemocracia fue más redistributiva y keynesiana que sus oponentes y aliados demócrata cristianos, pero era igual de conservadora que estos en cuanto a la lealtad a la nación, a la familia, a los valores morales (de inspiración cristiana) que sustentaron el consenso social europeo de entre 1945 y 1975.

El mayo del 68 supuso una crisis moral y de costumbres, que favorecieron la aparición de las nuevas corrientes antiautoritarias. Luego vino la crisis económica de los años 70 y el colapso del comunismo. Algunos de los grandes partidos socialdemócratas se adaptaron a la nueva situación. Preconizaron terceras vías, una nueva colaboración entre lo público y lo privado y el control de los déficits. Hoy sus postulados los asumieron todos los demás, incluso los conservadores.

La socialdemocracia no tiene la exclusividad de su programa, hoy nadie en Europa cuestiona la necesidad del acceso de manera universal y gratuita a una educación de calidad, a una sanidad, a una prestación por desempleo y unas pensiones dignas.

Cierto que hoy se demandan nuevos servicios públicos para abordar la dependencia, y los populistas quieren extender una renta básica universal. Los socialdemócratas han levantado nuevas banderas en pos de los movimientos de emancipación: al nuevo centro, al movimiento ecologista, a la sostenibilidad, al feminismo post-feminista, a los nuevos moralistas del LGBT predicadores de lo políticamente correcto. Eso sí, todos ellos disfrutando de las comodidades de sus odiadas sociedades occidentales. Pero hoy no son capaces de entusiasmar a votantes del medio urbano. Nuestras sociedades han cambiado y son más femeninas y educadas.

"No tienen productos diferenciados con la derecha"

Como siempre, alguien auguró que la crisis económica iba a acabar con el capitalismo y, como siempre, no ocurrió tal cosa. Muchos deseaban que de la crisis surgiría una izquierda reforzada, con un relato más atractivo y consistente, con más simpatizantes y afiliados, con más respaldo electoral. Ha ocurrido lo contrario, el capitalismo ha sobrevivido, cierto que hoy con muchas menos expectativas que cuando contaban con un desbordante crecimiento del crédito. Hoy con más desigualdades, con unas vidas laborales más precarias, con una sobre explotación de recursos, todo ello reflejo de la globalización.

La crisis ha supuesto el retroceso de todos los partidos socialdemócratas en toda Europa. La crisis económica de 2008 les cogió a traspiés. Ya habían dejado de ser socialdemócratas en sus presupuestos morales y en las políticas sociales y económicas. Habían adquirido una apariencia de postmodernidad y se habían envuelto en las nuevas políticas de identidad, de género y de estética. En España se produjo este cambio con ZP.

El problema de este hundimiento es más de fondo, no es su muerte por éxito de la socialdemocracia al agotar su programa. Si así fuera, los partidos de centro derecha estarían sufriendo lo mismo. El problema consiste más bien en que la perspectiva redistributiva que ha sido esencial para la socialdemocracia, tropieza con una cruda realidad que los socialistas se niegan a tener en cuenta.

El actual modelo de Estado del Bienestar está en cuestión por que no dan los números. Hemos llegado al punto que una mayor redistribución impide el crecimiento, ya que soportamos un exceso de endeudamiento y de carga fiscal. No se puede redistribuir más, cuando no se crece. El problema no tiene fácil solución, y requerirá tanto de tiempo, como contar con una perspectiva nueva que rompa con los esquemas previos, reconociendo la inaplicabilidad de sus medidas económicas y sociales en un entorno socio-político que ha cambiado y cambia a una velocidad vertiginosa.

En apariencia, todo pierde consistencia y parece que marchamos hacia un mundo desbocado, sin ninguna dirección, con el auge de los populismos, pues con la globalización y las nuevas tecnologías no se podrán mantener unas condiciones laborales óptimas.

En nuestra sociedad, líquida y bobalicona, hay muchos que siguen pensando que el desnorte socialdemócrata es un problema solucionable con un cambio de líderes, otros piensan que hay que vender mejor el producto, otros que la apuesta por la igualdad debería ser reformulada. Pero me temo que el problema es que, hoy por hoy, no tienen productos diferenciados con la derecha. Y que posiblemente haya que cambiar de paradigma donde todos deberíamos elegir otros modelos de consumo, de bienestar y de sostenibilidad.

Daniel Celayeta