Opinión

Caminos inescrutables

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Hace ahora un mes, el Ayuntamiento de Tudela comenzaba la campaña de sensibilización de su proyecto ‘Caminos Escolares’. Esta iniciativa, conformada alrededor de un muy buen trabajo de imagen, diseño funcionales y contenidos asimilables, es el ejemplo de que, desde las instituciones, no todo se traduce en palazos sin sentido en busca de la piñata.

Fomentar el uso de la bicicleta o recuperar la costumbre de ir al colegio a pie son algunos de los objetivos de esta campaña financiada en gran parte por fondos europeos. En definitiva, una propuesta que, una vez puesta sobre la mesa, desplegada y lista para abrazarla, no tiene sino puntos positivos. Sus responsables, no obstante, advirtieron de que, a partir de ahora, le toca recoger el guante al ciudadano. Tan sólo diez minutos pueden servir, a este respecto, para demostrar que el binomio ‘movimiento sostenible’ no acaba de calar en el ‘vecino tipo’ de Tudela.

Era lunes. Más o menos las 13 horas. Si bien es cierto que el episodio que viene a continuación ocurrió en los aldeaños de un colegio concertado, uno de los que no gozan de las rutas señalizadas de Caminos Escolares debido a que sólo se implementó para los públicos, resulta descorazonador verse envuelto en tamaño guirigay motorizado. Nos hemos convertido en enfermos del coche y estamos envueltos en un sobreuso desmesurado y, por qué no decirlo, algo idiota.

Al fin y al cabo, nosotros mismos reconocemos que vivimos en un ‘pueblo grande’.

Yendo al grano, la calle Mauleón se convirtió, en cuestión de minutos, en un atasco monumental, alimentado por el ‘stop’ de acceso a Fernández Pórtoles y por las cuatro filas de coches que se acumulaban en tan poco espacio. La mayoría de ellos estaban allí para recoger a sus niños del cole. Vehículos que acababan de aparcar en doble fila se mezclaban, cruzaban y entrometían en la trayectoria de los demás cuando querían salir de su estacionamiento ilegal con aquellos que, víctimas del embudo formado, aguantaban estoicamente la eterna espera.

La fila llegó a tener, sin exageración alguna, más de quince coches que, unidos a los siete u ocho de la doble fila, creaban un paisaje en absoluto sostenible y llevadero. O bien esta sociedad ha sucumbido a la antítesis de la lógica de la funcionalidad en el movimiento o, a diferencia de los Caminos Escolares, los caminos del motor son inescrutables.

Mikel Arilla Álvarez

Periodista