Opinión

Vejez y serenidad

Los momentos de serenidad deben ser los más habituales siempre, aunque no es fácil. La vida es un proceso de continuo aprendizaje, donde se cotejan de forma permanente con más o menos intensidad las circunstancias externas, las propias, y nuestra capacidad de análisis y resistencia. Vivir no es fácil, por las vicisitudes más o menos complicadas que a todos en alguno o en muchos momentos nos toca vivir. Es un proceso de continuo aprendizaje valorando errores, fracasos y también triunfos. Aprendemos a vivir casi cuando vamos a morir. 

La serenidad en la vida, y sobre todo en la vejez, es fundamental. En los años risueños, de juventud, para afrontar los problemas y las vicisitudes que siempre se presentan con más o menos frecuencia, y en la senectud para mirar serenamente a lo vivido, con los flecos, rozaduras, equivocaciones y heridas soportadas o infligidas que ya no tienen remedio, y también para mirar serenamente al futuro ya muy limitado que nos espera.

Es un momento importante este de la vejez. Algunos tenemos la suerte de que hemos llegado, y si nuestro cuerpo físico no nos tiene esclavizados con dolores o cuidados por parte de los demás, es una suerte. Si además nuestra capacidad intelectual no está muy mermada, al menos en mi caso puedo asegurar que es una etapa sin momentos álgidos de gozos supremos, pero que una vez vividos en años anteriores y, tal vez por haberlos vivido, no los echo en falta y tengo la suerte de gozar de cosas sencillas, pero no un gozo vulgar, sino un gozo especial. El paseo que doy cada día a la orilla del Ebro, casi cada día, a pesar de la rutina y de ser el mismo decorado, me depara una sensación que, no es suprema, pero es serena y especial. Con este concepto intento expresar que no es rutina. Lo valoro más que hace años.

Probablemente debe ser por el hecho de seguir viviendo despojados de muchas banalidades y de muchas servidumbres. Con los años somos más sabios, si aceptamos lo vivido. Somos sabios en pragmática de la vida.

La muerte es inapelable, que podemos calcular en esta fase sin temor a equivocarnos que ya no está muy lejana. No hay otra alternativa, pero para nadie. Es lo único justo que hay en este mundo, solo queda la aceptación. Si no fuera así, solo morirían los pobres y los desgraciados.

Estos días, cuando observo las estrategias tramposas de algún político, mostrando y deshaciendo alianzas que hasta hoy ha tenido, buscando exclusivamente el rédito electoral y no la defensa de ideales o valores, siento desazón y desánimo por la bajeza moral de algunos gobernantes. Les parece que no van a morir nunca y, seguramente, se les recordará como miserables, aunque probablemente les importa poco.

No hay que temerle a la vejez. Aceptarla y gozar de esas pequeñas cosas, como son la amistad, la naturaleza, las aficiones, la familia, y algún que otro vaso de vino y de conversación jugosa junto a los amigos y amigas.

¡Adelante! Salud, serenidad, y paz.