Opinión

Mi amigo

Tengo un amigo, en una ciudad donde crecí profesionalmente y viví, probablemente, las temporadas, los años, más felices de mi vida. Fuimos testigos de los últimos años de la dictadura

Decía mi amigo, y con frecuencia lo dice, que los que mandan, la mayoría, si no todos, son personas que les gusta estar en la pomada, que les gusta mandar, que les gusta estar en la cresta de la ola para sentir su ego, para sentir su poder; que es difícil que alguien llegue al poder por casualidad y si circunstancialmente es así, que permanezca.

Casi todos llegan al poder porque les gusta, para sentir su propio ego, alguno de estos para intentar cambiar la sociedad a una más justa según sus ideales, y otros, claramente, para pertenecer a esa casta superior de los que mandan, en la que se vive bien, te agasajan, te pelotean, eres protagonista, y además te puedes enriquecer con métodos más o menos limpios o más bien sucios, aunque muchas veces, pseudo-legales, dígase informaciones privilegiadas, etc.

Los que van por ideales, frecuentemente abandonan, porque se dan cuente de que es un mundo de navajeo continuo y de cesiones cada vez mayores en post de ese teórico ideal, y otros, con el auto-argumento de que algo logran y eso les permite gozar de las prebendas que el poder otorga. La mayoría siempre disfrazan su posición de ideales para el pueblo, incluso hacen gala de sus teóricos sacrificios.

Hay un grupo que, con la excusa de cambiar la sociedad a una más justa según sus ideales, son capaces de matar, de extorsionar, de robar. En esa organización, ellos estarán en la élite, en la cumbre, disfrazados de héroes, pero gozando de las prebendas que todo poder político ostenta. En los países totalitarios, la élite vive mejor que en los países capitalistas, con la circunstancia, que al que intenta discrepar o lo encarcelan, o lo liquidan.

En definitiva, ideales pervertidos por truhanes, sinvergüenzas, incluso asesinos. 

Mi amigo y yo, que somos de la generación que abominó y lucho contra la dictadura, hemos sido y somos testigos, de que no pocos de aquellos que luchaban a nuestro lado, se trasformaron y se han convertido en élite en la democracia, tergiversando sus ideales incluso mutándolos en tácticas para sus fines. Además de caraduras, inmorales y despreciables, son necios, porque no perciben que a los que los conocemos, no nos engañan y, supongo, que tampoco a muchos que no los conocen.

Mi amigo y yo, hemos llegado a la vejez, y nos sentimos serenos y en paz, aunque conscientes de que, en los momentos de crisis, y también cuando no hay crisis, hay cantidad de oportunistas disfrazados de idealistas para ocupar los puestos de relumbrón y de ganancias.Mi amigo a todos estos, ya con desánimo, pero con rencor renacido, los tilda, sin remilgos, de “hijos de puta”, como si le aliviara la decepción tratándolos así.

Vivimos un mundo de tahúres, con algunos idealistas dispuestos a luchar, pero en una lucha muy desigual.