Opinión

La leche en los años del hambre

La leche lleva agua en su composición y, sobre todo, la llevaba allá en los años de mi primera infancia cuando todo escaseaba y algunos lecheros se hacían ricos a costa del hambre de los necesitados, multiplicando su producción a base de aguarla después de ordeñada.

Las madres, que se habían quedado secas de teta porque ya se habían exprimido por dietas precarias, y porque ya los niños con dientes les mordían los pezones hasta arrancárselos, empleaban las pocas monedas que podían reunir para comprar leche y preparar papillas de harina tostada, vasos de leche con cacao o sucedáneos, para que sus hijos crecieran, algo que no solían conseguir a pesar de sus sacrificios y esfuerzos, porque la composición de la leche estaba adulterada con agua del grifo.

Mientras, algunos, la leche sin aguar la guardaban detrás del mostrador en un recipiente diferente para reservársela a los ricos, al mismo precio que a los que engañaban, en actitud de servilismo con el poderoso, que les pagaba con una sonrisa perversa de complicidad.

Los niños no crecían ni desarrollaban como cabía esperar, había muchos raquíticos y la mayoría cortos de talla para la edad que tenían. Eran frecuentes los mocos colgando, alguna “pupa” en los labios, brazos y piernas como cañas que se movían, como contrapunto, con la asombrosa agilidad de un polichinela.

La leche, alimento mater, el alimento mamado sin trampa ni cartón mientras se extraía a puro de chupar de las ubres de la madre, aderezada con cariño y protección. Una vez desasidas, se soltaban al mundo de la injusticia; parece que había ya alguien esperando para empezar a engañarnos, algo que sucederá ya durante toda la vida. Ahora, fundamentalmente con los medios de comunicación en manos de poderes políticos y económicos.

La leche es un alimento noble, directo, maternal. También es leche el líquido donde van sumergidos los espermatozoides camino de su unión con el óvulo para crear un nuevo ser. La naturaleza es sabia y protege los elementos esenciales. Es la avaricia y el mundo externo de depredadores que intentan chupar la sangre de los otros, los que irremediablemente son los amos de la selva en que se convierte la vida cuando salimos de los regazos.

La leche siempre fue y ha sido un alimento noble, que como todo lo noble los seres humanos lo denigramos para utilización y beneficio. Cuando dejábamos de beberla, era como salir al mundo

Había polos de leche de burra y pastillas, dándole este nombre para dignificar aquellas “cocas” que de niño consumíamos con fruición.

La leche siempre ha sido magnificada. Incluso, cuando queremos dar ostentación conceptual a algo, solemos decir: “¡Es la leche!”.