Opinión

La felicidad

Últimamente se habla, y sobre todo se escribe mucho, sobre la “felicidad” como “estado positivo” que todos añoramos, focalizándolo en muy diversos aspectos de nuestra vida. ¿Es una entelequia?

La felicidad la identificamos con momentos álgidos de bienestar, sobre todo psicológico, que suelen durar poco con esa intensidad, y también con situaciones o periodos de tiempo más o menos largos que, haciendo cómputo e introspección, sentimos que somos o hemos sido más o menos felices. Aun así, con intensidad suprema no suelen durar mucho tiempo, porque la vida es rutina y, porque además, siempre nos acecha alguna nube sombría que nos hace rebajar ese ardor feliz, aunque, ya más desde la razón, nos pronunciemos que somos o hemos sido felices. Es un tema frecuente en libros de autoayuda y otros más analíticos, en artículos, en revistas, y también en conferencias.

Recientemente asistí a una de estas conferencias en una capital del sureste de España donde había ido por motivos lúdicos, pero como el tema me interesa, hice un alto en mi vida disipada y asistí al evento. Hacía unos días, había participado en una conferencia sobre el mismo tema como ponente. 

El conferenciante andaluz, de currículum brillante, erudito y preparado en su forma de comunicar, habló mucho de las hormonas de la felicidad, los mecanismos bioquímicos que se producen en el organismo, con verborrea de datos científicos y pseudocientíficos, incluso con gestos para la galería y pausas que parecían programadas para estimular el aplauso de un grupo de adeptos que enseguida localicé. 

Sin embargo, el ponente fue remiso en hablar de valores que están en crisis: del modo que deberíamos organizar nuestra vida, nuestras metas, nuestro medio, nuestras relaciones, nuestros objetivos, para intentar ser felices y de paso intentar hacer una sociedad libre, responsable y no manipulable por los poderes. Sin embargo, consumió casi todo el tiempo hablando de mecanismos bioquímicos, de las hormonas que según las nombraba parecía que las podíamos estimular con un acto de voluntad. 

Realmente los estudios son prolijos en que las hormonas serotonina, endorfina, dopamina, oxitocina y otras, aumentan en nuestra sangre en los momentos felices y que probablemente son las que nos provocan la sensación feliz. Pero no las podemos estimular a nuestro antojo, no las podemos manejar con un acto de voluntad, sólo aparecen cuando sentimos determinadas vivencias. Dichas hormonas aparecen en nuestra sangre como consecuencia, es decir, aparecen cuando vivimos una situación feliz. Por dicha razón es muy importante analizar qué circunstancias vivimos, qué valores rigen nuestra vida, cómo son nuestras relaciones personales, de trabajo, de amigos, etc. 

Esas vivencias y esas circunstancias son las que nos provocan las sensaciones felices, de tristeza, de dolor psicológico, de preocupación, de serenidad, de paz interior, y lo contrario. La forma de buscarlas es ajustando nuestras metas y nuestros comportamiento a una vida más humana: como priorizar nuestros valores, tener relaciones sociales con personas con las que nos entendamos, ser tolerantes, luchar por lo necesario, no sacrificar aspectos importantes por lo superfluo, tener serenidad, sosiego, estar en contacto con la naturaleza, cultivar el humanismo, espiritualidad laica, también religiosa los que tengan fe, proyecto de vida proporcionado, tener buena conciencia asentada en una serie de valores que marquen nuestra vida. Así mismo, analizar la sociedad actual, para sacar conclusiones de si nos ayuda o no a ser felices.

Determinados grupos de poder, da la impresión que intentan trasmitir mensajes interesados, o al menos no analizar realmente lo que nos lleva a ser felices, que desde luego es una sociedad asentada en valores y no fácilmente manipulable.

Allá en Andalucía pensé: otro conferenciante que habla de lo accesorio, y no habla de lo fundamental. Me sentí de nuevo realmente defraudado. Da la impresión que los poderes tratan de hacer ciudadanos simples, poco analíticos y fácilmente manipulables.