Opinión

Ideales y poder

La mayoría creemos en ideales, pero discrepamos en la forma de llevarlos a cabo, de liderarlos, incluso en matices. La competencia es la regla. Pero además somos envidiosos, egoístas, avariciosos, con ansia de poder, de dominio. En general, -aunque no siempre-, los que se acercan al poder son los más egoístas; también hay idealistas, pero suelen durar poco en la competencia porque no suelen soportar el navajeo habitual.

La mayoría acuden con intención de dominio y protagonismo. Utilizan los ideales como consigna, sin creer realmente en ellos ni tenerlos asumidos, aunque a veces, ni ellos mismos lo saben y los disfrazan de bien para la mayoría; algunos, incluso se sienten redentores; suelen ser los más despiadados y algunos llegan a defender la violencia; la historia ha mostrado y presenta suficientes ejemplos.

En muchos casos, el poder y los podercitos, están copados por personas incapaces, con pocos escrúpulos, que se valen de que la mayoría de los ciudadanos no estamos dispuestos a movernos en esas aguas turbulentas y contaminadas, no por incapacidad, sino porque no aceptamos el regate en corto, la mentira sistemática, decir y propalar slogans con el único fin de utilizarlos para sus fines de poder.

  En muchos momentos, y en muchos lugares, han dominado las personas más despiadadas y egoístas. La democracia es un sistema justo, pero enseguida es contaminada por tiburones para utilizarla en su provecho. Se apoderan de medios de comunicación y corrompen con planteamientos fraudulentos a personajes fácilmente manejables para ocupar los puestos. Para lo cual utilizan “mindundis”, personas de bajo nivel intelectual y moral, pero cegadas por el medro.

Hay mujeres y hombres con ideales que pueden ser utilizados circunstancialmente, pero, si no se dejan manejar, los descalifican y los apartan de la manera que sea, a veces incluso violenta.

Lo mejor de la sociedad son sus ciudadanos de a pie, la mayoría silenciosa, muchos de los cuales somos conscientes del juego, y, otros, se dejan engañar por las técnicas de marketing de los poderosos.

En las dictaduras es fácil identificar el objetivo a derrocar. En las democracias manipuladas es mucho más difícil. Todas lo están en más o menos medida. La nuestra es un prototipo de democracia manipulada, basada en gestos, estrategias de comunicación, intentos de copar todos los órganos de poder, medios de comunicación a su servicio, etc. El momento es muy preocupante.