Opinión

Evolución relación mujer-hombre

A mi generación, yo ya soy viejo, nos educaron para ser muy machos, soberbios y fuertes. Una tarea muy dura para ir por la vida. Yo también me quejo de mi educación. Nos ponían el listón muy alto para todo. Debíamos ser fuertes físicamente, no tener miedo, héroes si se terciaba, no podíamos llorar porque nos tildaban de “nenas”, incluso era sospechoso de homosexualidad (entonces calificativo muy peyorativo), tener sensibilidad para la poesía, para la música, etc. Tampoco estaba bien visto que nos emocionáramos, y debíamos ser machos alfa en la cama. Curiosamente, había entonces chicas a las que les gustaban aquellos superhombres que la propaganda machista enaltecía. Seguro que muchas quedaron decepcionadas y muchos acomplejados.

Es indiscutible que los varones y las mujeres somos iguales en capacidades que dependen de la inteligencia, en sentido de la responsabilidad, competencia, etc. y así lo deben reconocer las leyes. Debemos ser iguales también en derechos, con ciertas adaptaciones en favor de las mujeres por motivo biológicos como es la fuerza física, el embarazo y la maternidad. 

Además, cada cual, mujer y hombre, debe tener su proyecto de vida individual, que decidirá compartirlo con quien considere y hasta que consideren ambos, teniendo en cuenta, si tienen hijos, que es un grado de responsabilidad para tomar las decisiones, aunque, en no pocas ocasiones, es mejor también para ellos una separación a tiempo que el trauma que produce vivir diariamente en un ambiente enrarecido.

Se están poniendo las cosas en su sitio, pero no de una forma sosegada, reflexiva y racional, ya que, algunas mujeres están perdiendo las virtudes de la feminidad, como más sensibilidad, más sosiego a la hora de analizar los problemas, y están adoptando actitudes supremacistas que antes tuvimos los varones. Indiscutiblemente el avance en los derechos de la mujer, no solo legales sino también en costumbres, ha sido necesario e importante, y en esa línea debe seguir porque todavía no está normalizado a pesar del enorme progreso dado.      

Por otra parte, la homosexualidad no es ninguna aberración como se calificaba hace unos lustros, sino una variante más de la naturaleza y merecen como personas y como parejas el mismo respeto y derechos que los demás. El cambio de sexo con intervención quirúrgica, más que por edad, merece sosiego y valoración de cada caso con ayuda de especialistas, para que no se haga prematuramente y se comentan errores que sean irreversibles y dejen taras para toda la vida.

En otro orden, y analizando el tema “desde fuera”, a mi juicio, ha sido un soplo de aire fresco el comentario que ha hecho el Vaticano en boca del Papa Francisco, sugiriendo la posibilidad de la anulación del celibato para los sacerdotes. Es lógico que un cura dedique sus fuerzas a sus ideales sociales y religiosos, y no a mantener la castidad. Al fin y al cabo, la sexualidad es un atributo natural, que no se debe calificar de antemano como negativo o pecaminoso. Está pendiente el que las mujeres puedan ser miembros de las jerarquías de la iglesia igual que los hombres. Ambos temas es cuestión de tiempo que se modifiquen, y sería bueno para la institución que sea pronto.

Son temas que hay que normalizar.

En estos asuntos tan trascendentes es preciso que los poderes estén en manos de personas competentes, honradas y responsables, conscientes de que el poder es servicio, y que conlleva una grandísima responsabilidad. Estos temas, se deben tratar con análisis serios, con pedagogía, sin frivolizar, y cuyo primer objetivo no sea buscar réditos electorales. Algo se está haciendo mal porque los delitos sexuales, incluso aberrantes, no paran de crecer.

En el momento actual estamos en alta mar, en plena tempestad, con los responsables de capearla, en manos de personas radicales y de muy dudosa competencia.