Opinión

Cursilería

Según la RAE, “cursi es una persona que pretende ser elegante y refinada sin conseguirlo”. Añadiría “que intenta enaltecerse en sus poses”.

Esa persona en cuestión, los argumentos o medios son de poca enjundia y calidad, incluso horteras. Los más cursis son los que no llegan a darse cuenta nunca de que lo son.

 Realmente, es una mala manera de destacar, cosa que ocurre en todos los ámbitos cuando se intenta aparentar algo que no se es. Incluso aparentar lo que se es, para distinguirse de los demás y matizar un estatus de superior. También puede ser cursi y además prepotente, aunque inevitablemente, en este caso, lleva en el mismo pack ser tonto, o tonta. A veces, cuando se está rodeado de un coro de idiotas, por poner un poco de orden, puede merecer la pena que cada cual intente acotar el terreno que le corresponde, sin mimetizarse con el entorno.

Pero a lo que íbamos. Hay mucho cursi que se manifiesta, algunos en la pose, otros en el modo de hablar, otros en el de vestir y los más audaces en todas esas manifestaciones. Generalmente es para distinguirse y subir un peldaño por encima del entorno. En general no son muy inteligentes y, para los que saben mirar, son ridículos. Para los otros cursis, algunos son admirados, y otros envidiados. La camada de cursis suele ser bastante numerosa.

Hay cursis humildes que no saben ser de otra manera. Creo que a esos hay que aceptarlos así, sin más; sin ninguna connotación negativa.

Pero ahora, recientemente, han llegado a la escena y son dominantes en determinados foros progres y altavoces televisivos, unos especímenes masculinos y femeninos que, en tiempos medianamente sin turbulencias, asentados en valores y donde la calidad y la honradez intelectual fuese la norma, hubieran sido poco valorados por la mayoría, precisamente por su incapacidad, su sectarismo, por sus argumentos falaces, por su miseria moral, por su frivolidad y su falta de preparación.

Además, también son cursis en sus poses. Están de moda: son los mamporreros del poder, sostenidos por el mismo. Pero claro, este poder tampoco es muy listo y, desde luego, con no más moral que sus acólitos: marca estilo y escuela, y con su escala de méritos premia a los que son más serviles, más fácilmente manejables, más torpes, y tan miserable como ellos.

Su comportamiento es cursi, porque están escasos de sustancia gris, y se comportan como gallos dominantes en este corral en que se está convirtiendo la escena política televisiva. 

Lo grave en esta cuadrilla de cursis es que son inmorales, desnudos de valores y su obsesión es llegar al poder o conservarlo. Probablemente detrás de ellos hay poderes económicos mucho más poderosos que conocedores de su miseria moral los utiliza de intermediarios para manejar a la ciudadanía. La forma, comprando los medios de comunicación y manejando a esta pléyade de inmorales que están encantados y encantadas de mirarse todos los días en el espejo que les devuelve la imagen que ellos quieren ver, como en el cuento de Blancanieves; en este caso que están ahí porque son muy inteligentes y se lo merecen. Alguno verá su realidad miserable, pero romperá el espejo y se olvidará en segundos, por miedo a que se derrumbe ese espantajo decorado de purpurina en el que se ha convertido su vida.