El arte nos traslada a un nivel mental fuera de la vida ordinaria y de la pura razón. Nos idealiza la vida cotidiana uniéndola al sentimiento y a la emoción.
Su valoración, nos eleva. En ese momento somos nobles, en una contemplación desinteresada. Es lo mejor que hay en nosotros. Dura el momento del éxtasis o del encantamiento, si se consigue. En todo caso, es efímero.
El arte no sirve para nada en un mundo práctico. Sirve para elevarnos a estados de conciencia muy especiales, a veces sublimes si conectamos. Es la principal característica. La valoración, además, es subjetiva.
¿Por qué el ser humano que ha evolucionado para sobrevivir y reproducirse, en un momento dado utiliza el lenguaje simbólico creando arte, en forma de pinturas, danza, música, relatos...? Probablemente por la necesidad subjetiva e inconsciente de trascender.
El arte nació en las cuevas, recordando con emoción una escena de caza que le impactó al artista, y probablemente, sublimándola de lo real. En ocasiones incluso recreándola como mito. Posteriormente a lo largo de los tiempos, la forma de expresar las emociones los artistas, ha sido además del dibujo, la pintura, la danza, la escultura y los sonidos, al principio elementales que con el tiempo dieron lugar a la música. El nacimiento de la escritura supuso el “hito” más importante para la humanidad en todos sus ámbitos: comunicación concreta y diversa, dejar constancia de los hechos, de descubrimientos científicos, relatos desde la fantasía, hasta el lenguaje simbólico de los poetas.
El arte nos eleva de esta prosaica y a veces desastrada vida.
Feliz Navidad 2023, y que el 2024 nos reviva la esperanza.
