Opinión

Afrontar un juicio en clave psicológica

Si acudir a un juzgado es siempre una situación complicada para muchos de nosotros, acudir como parte implicada en procesos judiciales de familia: divorcio, violencia de género, violencia intrafamiliar; es, sin lugar a dudas, una prueba de resiliencia. 

A la ya inescrutable jerga jurídica que se utiliza en los procedimientos se suma la tensión mental y emocional provocada por el conflicto motivo del litigio. 

Dicha tensión mental y emocional es directamente proporcional a la violencia ejercida anteriormente en el sistema intrafamiliar, de un cónyuge contra el otro. 

Déficits de memoria, bloqueos mentales, ansiedad, tristeza, insomnio… son algunos de los cuadros que presentan las personas inmersas en procesos judiciales y que es preciso restaurar antes de iniciar el periplo judicial.

La explicación neurocientífica de por qué las personas ven mermadas sus capacidades cognitivas en tales situaciones de estrés se debe a una falta de coordinación entre la amígdala, coordinadora de nuestro cerebro emocional, y el hipocampo, coordinador de memorias y aprendizaje.

La escucha activa, desmontar los miedos, acrecentar la confianza, restablecer la estima propia… son acciones que, llevadas a cabo por profesionales de la psicología, van a permitir restablecer la conexión entre la amígdala y el hipocampo, desmontar los miedos y superar la percepción de falta de control sobre la situación, tal como lo describió el psicólogo estadounidense Martin Seligman con la “Indefensión aprendida” y empezar a tomar mejores decisiones para nosotros mismos y en nuestra defensa en el procedimiento judicial.