Opinión

Puigdemont no tiene razón

Las pretensiones nacionalistas, en general, se sustentan de ideas románticas, unas veces infundadas y otras veces con una base más sólida. Después de la caída del comunismo, se independizaron la mayor parte de las repúblicas soviéticas, porque la URSS territorialmente provenía del imperio ruso zarista. Las colonias españolas de América se independizaron porque depender de la metrópoli carecía ya de sentido en el siglo XIX, lo mismo que ocurría con las colonias británicas más al norte. Se podrían poner otros ejemplos. No obstante, en lo referente al Estado español no se dan esas circunstancias ni condiciones para reclamar ese derecho de autodeterminación. 

En el caso de Euskadi, algo que afecta también a Navarra, en puridad no se dan esas condiciones, aunque pueda parecer que sí. El vascuence es un idioma que no tiene parentesco con el castellano, a diferencia del catalán, que también es una lengua románica. Los descendientes de los vascones tienen apellidos eusquéricos, lo que podría indicar la pertenencia a una etnia. Sin embargo, la ciencia ha demostrado que toda esa cultura proviene de un sustrato prerrománico bien conservado. El euskera no es más que un idioma ibérico superviviente a la ocupación romana de la Península y los apellidos vascos datan del siglo XII d.C., lo que demuestra que simplemente responden a esa supervivencia lingüística en una región determinada. 

En cuanto a Cataluña, todavía es más evidente que su nacionalismo no tiene razón de ser, más allá del fomento de una cultura catalanista basada en el idioma catalán. Este idioma proviene del latín. En la Edad Media el latín vulgar, es decir, el hablado por las gentes, evolucionó de forma diferente en los diferentes reinos españoles por la endogamia y por la falta de movilidad. En la mayor parte del Reino de Aragón, evolucionó al idioma que hoy conocemos como catalán y que se habla en las comunidades autónomas de Cataluña, País Valenciano e Islas Baleares, además de algún otro territorio en Francia. Y, por lo tanto, de ninguna manera responde a una identidad nacional catalana porque el Reino de Aragón se unió a Castilla de una forma totalmente voluntaria y pactada. Pretender la independencia de Cataluña por el simple hecho de que su idioma románico no es el castellano sería lo mismo que pretender restaurar el Reino de Granada porque hay en la actualidad muchos musulmanes en España. Haríamos mucho mejor en debatir sobre la posible beatificación de Isabel la Católica; sería una discusión mucho más interesante. 

Puigdemont es un político nefasto, que ha demostrado carecer de un bagaje intelectual apto para la política, cuánto menos para ocupar un cargo de Presidente de la Generalidad como el que ocupó. Y que alguien así esté condicionando la política y el acto de investidura de un posible presidente del Gobierno de España es un hecho totalmente lamentable, que hemos de pagar muy caro todos los ciudadanos. El PSOE no debe ceder ante esos extremos y esas reivindicaciones injustas y carentes de base. El nacionalismo catalán había dejado de ser independentista con Jordi Puyol y ese era el camino correcto. No fue hasta que se descubrió el latrocinio que habían protagonizado Puyol y su familia que aquel se radicalizó. No tienen ningún derecho a intentar blanquear sus fechorías de este modo. La declaración de independencia de Puigdemont respondió a ese intento de blanqueamiento de los delitos cometidos por los líderes de CiU, las siglas de su formación política anterior. Que el Tribunal Constitucional declarase algunas partes de su estatuto inconstitucionales es algo que los nacionalistas estaban obligados a acatar, porque España es un Estado de Derecho. Y si no lo han hecho y han optado por la ruptura, deben pagar las consecuencias, como todo ciudadano o agrupación que comete un delito. Crear una ley de amnistía ad hoc no es más que otro despropósito de nuestra clase política.