Opinión

El Navarrómetro y la línea política de Geroa Bai

A finales de diciembre del año pasado, el Navarrómetro publicó unos resultados por los que el PSN subiría en escaños en el Parlamento foral mientras que Geroa Bai descendería significativamente, manteniéndose EH Bildu con la misma representación que en la actualidad. Escasos días después, la portavoz de Geroa Bai, Uxue Barkos, tal vez con la ilusión de volver a ser la presidenta del Gobierno, a la vez que expresaba su sorpresa e incredulidad por el vaticinio de la encuesta, manifestó su disconformidad rotunda con el acuerdo alcanzado entre el Gobierno de Navarra y el de España en torno a la actualización del Convenio económico. A partir de entonces, los desencuentros entre los socios de Gobierno se han venido repitiendo y en estos días todavía se han agudizado más al salir a la luz el pacto suscrito por PSN y UPN en torno a cuestiones importantes relacionadas con la gobernabilidad del Ayuntamiento de Pamplona y de Tudela y con dar pasos conjuntamente en aras de una mejor convivencia y normalización política. Si el distanciamiento entre PSN y Geroa Bai y el acercamiento entre PSN y UPN se confirmasen, nos encontraríamos con la tremenda paradoja de que sería el Navarrómetro el factor que habría marcado la tendencia política en nuestra Comunidad, ya que nada más publicarse sus resultados Geroa Bai sintió la necesidad de marcar una línea política diferenciada y de desmarcarse del otro socio de Gobierno. Por lo visto, los dirigentes de la coalición nacionalista llegaron a la conclusión de que el conjunto de sus potenciales votantes no aprobaba una colaboración tan estrecha con el Partido Socialista, tal vez porque el Navarrómetro puso de manifiesto que los tantos se los estaba anotando el partido que ostenta la Presidencia.  

Tal vez estemos ante el final de todo un ciclo político, que se inauguró en 2015 y que podría desembocar en una vuelta a la colaboración entre UPN y el PSN, visto que los socios abertzales están imbuidos de una radicalidad perniciosa para los intereses del conjunto de la sociedad navarra, tal y como se ha visto en su rechazo a la actualización del Convenio económico. De este modo, después de las elecciones del 2023, es decir, el año que viene, podría reeditarse un nuevo Gobierno sustentado por UPN y PSN, en el que quizás María Chivite repetiría como presidenta, aunque el partido regionalista obtuviese más votos. El sacrificio de Javier Esparza sería muy grande, pero pasada una legislatura la Presidencia retornaría a UPN y se mantendría estable, como en la etapa anterior. O tal vez desde Madrid los dirigentes del PSOE de Pedro Sánchez (quien siempre hubiese preferido un pacto de Gobierno con Cs antes que con Unidas Podemos) encontrasen para la actual presidenta un cargo acorde a su actual rango político y Esparza sería el presidente de la Comunidad Foral. En cualquier caso el experimento que se inició en 2015 y que ha proporcionado unos resultados muy relativos (recordemos el escándalo de que el programa educativo Skolae pretendiese aleccionar sobre sexualidad a niños pequeños) habría llegado a su final. 

Puede que esta hipótesis es la que no llegaron a evaluar los dos representantes regionalistas en el Congreso de los Diputados, Sergio Sayas y Carlos García Adanero, demasiado centrados en la política nacional para haber sido elegidos por un partido regionalista que tiene como bandera la defensa de la navarridad. Aunque es posible que no fuesen informados adecuadamente sobre el acuerdo con los socialistas, nadie podía imaginar que fueran a ocultar hasta el final su intención de no acatar las directrices marcadas por la dirección de su partido. La indisciplina podrá acarrearles un castigo severo o no, pero si están en desacuerdo con el pacto con el PSN para la gobernabilidad de Navarra, estarán anteponiendo sus simpatías por el PP a la razón de ser de UPN, que pasa por gobernar Navarra e impedir que las fuerzas moderadas se echen en brazos del nacionalismo vasco. Por otro lado, el PSN siempre haría de contrapeso a las nefastas políticas ultra liberales que practicó UPN en política económica, por ejemplo, durante el periodo en que Yolanda Barcina gobernó sin el apoyo de los socialistas y con las que la mayoría de la sociedad está en desacuerdo, como se pudo comprobar en las elecciones de 2015.