Opinión

No hubo arrepentimiento en Bildu

Cuando la organización terrorista ETA anunció el cese definitivo de la violencia política, fuimos muchos los que creímos en la sinceridad de los dirigentes políticos abertzales en cuanto al alcance de su reflexión ética y moral. En los estatutos fundacionales de EH Bildu se incluyó el rechazo al uso de la violencia para alcanzar objetivos políticos y pensamos que rechazar podía funcionar como sinónimo de condenar. Llegamos a pensar que algunos dirigentes abertzales habían logrado una mayor madurez intelectual y moral que las generaciones anteriores, que habían tomado conciencia del daño ocasionado y de lo estúpido del discurso etarra de la lucha armada. No obstante, después de más de una década, nos hemos podido dar perfecta cuenta de que el cese de la actividad terrorista encubría una estrategia astuta y dolosa que, del mismo modo, perseguía la unión de Navarra y la CAV y la independencia de Euskal Herria sin respetar la voluntad mayoritaria de la sociedad vasco-navarra ni los derechos del Estado y de la sociedad española en su conjunto. Se ha visto claro que, ante la derrota operativa de la banda terrorista a causa de la eficacia de los cuerpos policiales, la Izquierda Abertzale se vio obligada a diseñar tácticas más sutiles. 

EH Bildu ya ha gobernado en diferentes instituciones. En Guipúzcoa, en Pamplona, en ciudades como Estella/Lizarra e incluso en el Gobierno de Navarra han ocupado sillones y se puede ya analizar cuál ha sido su proceder. El tema de las basuras ha sido demencial y dañino para la ciudadanía. Con la excusa del reciclaje, se han perdido puestos de trabajo porque somos los propios ciudadanos los que nos ocupamos de esa tarea, pero además la Administración tiene la potestad de indagar en la identidad de las basuras y restos de los vecinos, algo ignominioso. Cuando gobernó Barcos (abertzale), se legisló en contra de la moral tradicional y católica y se intentó imponer el vascuence, lo mismo que Asiron desde la alcaldía de Pamplona, creando un auténtico caos en los colegios públicos. Beaumont, consejera de interior, pasó sin pena ni gloria pero dejando bien claras sus preferencias a favor de insumisos, presos por terrorismo, radicales de izquierdas, etcétera. Y así podríamos ir enumerando una larga lista de gobernantes chapuceros del espectro abertzale. Y tienen también su caso de corrupción cuando se asignó dinero público por una corazonada a una empresa privada que no se lo merecía; a saber las relaciones personales que mediaron en esa iniciativa. 

Y, además, la militancia de Bildu sigue siendo esencialmente antidemocrática y violenta. La violencia que han empleado durante todo este tiempo es de nivel alto, aunque no se oigan ya los disparos ni el estallido de los coches bomba. La masa abertzale, acompañada de los izquierdistas radicales, sigue empleando la violencia contra los que no pensamos igual, sigue amenazando, coaccionando, insultando, calumniando, difamando y atentando contra el honor, además de muchas otras tropelías, del disidente, del que piensa diferente, del que acepta la democracia tal y como es, es decir, que sigue atacando a los demócratas. Y esa violencia se traslada a todos los espacios públicos, de modo que con enorme frecuencia impiden el trascurso normal de los acontecimientos en las universidades, centros de trabajo, casas de cultura, bares, en la propia calle… Cuando además existe un amplio sector de la militancia abertzale que se muestra disconforme con que ETA pusiese fin a la lucha armada. De ahí que reciban a los terroristas como verdaderos héroes, algo que sigue ofendiendo las víctimas, sin mencionar las burlas y risotadas que a estas les dedican a pie de calle.