Opinión

Un gobierno dividido y un fin de ciclo

Se augura un cambio de ciclo y un retorno de la derecha al Gobierno, aunque Pedro Sánchez sigue siendo un valor político consistente al que les costará vencer. Pese a esos pronósticos, podría suceder también que el PSOE aumentase de voto y sea capaz de resistir el empuje del nuevo PP, cuyo entusiasmo está calando entre la gente, como si todos esperáramos poner cuanto antes fin a una época: la de la pandemia del COVID, aunque ciertamente ninguno de los dirigentes políticos actuales tiene la culpa de la grave crisis sanitaria que hemos padecido durante los últimos años. De hecho, si queremos ser justos, el exagerado gasto público y la deuda consiguiente encuentran una justificación en los efectos de la pandemia y la grave crisis socio-laboral que ha generado, y en el presupuesto para Sanidad. Sin embargo, podemos prever un derrumbe en la intención de voto de Unidas Podemos porque entre Yolanda Díaz y las demás ministras podemitas ya se han suscitado controversias, disputas y encontronazos muy difíciles de solventar, cuánto más que no existe ninguna voluntad entre ellas de ponerse las cosas fáciles, ya que el cainismo político integra el ADN de la izquierda radical de este país. Además, Yolanda Díaz ha realizado algunas propuestas económicas sin pies ni cabeza que no están ni mucho menos a la altura de lo que cabría esperar de una candidata a la Presidencia del Gobierno de España. Que una vicepresidenta llame a la huelga general ha sido el último despropósito que muestra a las claras el escaso bagaje intelectual de los dirigentes políticos de la llamada izquierda transformadora. Dice el dicho popular que ningún loco tira piedras contra su propio tejado, pero la vicepresidenta segunda parece que sí. Por supuesto, los ministros del PSOE no pueden dejar de desmarcarse de ese tipo de iniciativas porque tienen los pies más pegados al suelo y gozan de mayor experiencia gubernamental. La utopía podemita se basa en el Estado fallido de la URSS, mientras que el PSOE busca implementar reformas que incidan en la estructuración de un Estado del bienestar dentro de las coordenadas existentes en nuestra realidad. La división en el seno del Gobierno es un hecho constatado, lo mismo que ha aparecido una nueva fractura en Unidas Podemos al haberse avergonzado Yolanda Díaz de las siglas a las que ha pertenecido hasta hace muy poco y por las que ha llegado al Gobierno. 

El PSOE de Pedro Sánchez se aupó a la Moncloa a causa de una sentencia que condenaba al PP por corrupción; esta fue la justificación de la moción de censura que apoyó el bloque que ha trabajado conjuntamente con los socialistas, es decir, el formado por todos los partidos de izquierda y los nacionalistas, incluido EH Bildu y aquellos que promovieron el proceso soberanista en Cataluña. Ahora, en cambio, se ha producido contra los socialistas una sentencia condenatoria también por corrupción en Andalucía. Y el efecto Feijóo no se basa en una nube de humo ni en pirotecnia barata, sino que responde a un candidato con gran experiencia en la gestión pública y en el desgaste de un Gobierno dividido y, a veces, enfrentado, algo que va a ir a más a medida que se vaya acercando la fecha de las próximas elecciones. En el debate en el Senado observamos a un Pedro Sánchez preocupado y nervioso que intentó humillar a su contrincante político porque sabe que no le pondrá las cosas nada fáciles en las próximas elecciones generales. Esto no quiere decir que el presidente del Gobierno parta con una clara desventaja, sino que el PP vuelve a tener opciones de llegar a la Moncloa, algo que con Pablo Casado no ocurría; de ahí que Pedro Sánchez le tratase con tanta displicencia, serenidad de espíritu y hasta sentido del humor. En cambio, con Feijóo no se permite las bromas ni las butades, sino que va al grano y podríamos decir: directo a la yugular. Esta sensación de una posible victoria del PP ha quedado muy bien reflejada en las elecciones andaluzas, cuando ha sometido a Vox a su primera derrota importante, al conseguir que los de Santiago Abascal no sean determinantes en el Parlamento andaluz ni para la formación de Gobierno ni para la aprobación de las leyes autonómicas. Resta menos de un año para la próxima cita con las urnas y la disputa va a resultar extremadamente reñida. Tanto el PP como el PSOE a día de hoy pueden ganar esas elecciones, aunque sea por la mínima.