Opinión

La digitalización y el sector del libro

La digitalización se ha posicionado como un fenómeno incuestionable y un avance en todos los sentidos, también en el ecológico. Hay voces que achacan a los artilugios electrónicos un grado mayor de toxicidad porque, según afirman, algunos de sus componentes son altamente contaminantes. Ante esto, cabe argumentar que los mecanismos digitales avanzan rápidamente y cada vez son más limpios; los hallazgos tecnológicos no han hecho más que empezar. Muy al contrario, los medios tradicionales, por ejemplo la industria del libro y de los medios de comunicación en papel, se muestran en la actualidad como terriblemente destructivos del medio ambiente.

La necesidad imperiosa de papel como materia prima para imprimir millones y millones de ejemplares de libros, más periódicos, revistas, documentos, etcétera, todos los años, está causando a nivel global la deforestación de grandes extensiones de terreno, destruyendo nuestros bosques, acabando con el pulmón de la Tierra: la selva amazónica, arruinando el medio y los modos de vida tradicionales de poblaciones enteras, que se quedan sin recursos y tienen que emigrar, y creando unos problemas medioambientales difícilmente reversibles. Y todavía hay quien afirma ufanamente que leer libros en papel es mucho más guay, sin ser consciente de que la digitalización del sector del libro cada vez se muestra más deseable y necesaria por los motivos ecológicos y medioambientales ya expuestos, máxime que la lectura en soportes digitales resulta mucho más agradable y conveniente para la conservación de la vista, ya que permite, por ejemplo, adaptar el tamaño de letra a las necesidades del lector. 

El sector del libro exhibe en nuestros días una enorme irresponsabilidad. Se han creado unos intereses espurios en torno a la edición de libros y a la promoción de algunos escritores, a quienes editoriales desfasadas y anacrónicas editan preferentemente en papel, que ha convertido el mundo de la literatura en un lodazal vergonzoso, donde personajes mediáticos confiesan públicamente y sin ningún pudor que su objetivo como escritores se basa únicamente en la búsqueda del superventas (ellos utilizan el neologismo equivalente). ¿Dónde se hallan aquellos escritores, como los clásicos, que escribían con el ideal, tal vez ingenuo pero admirable, de combatir con su esfuerzo intelectual y sus letras el mal y la ignorancia?

En la actualidad eso no vende, claro, porque no se promociona. Prefieren una cultura chabacana, basada en el consumo fácil, en la lectura de corrido, en enganchar a los lectores para que lean cientos de páginas de un tirón, aunque sea mentira lo que leen y no refleje ni transmita ningún concepto plausible. Se ha inventado ese espectáculo lamentable de las presentaciones de libros, en que unos escritores ávidos de ventas y de fama comprometen a todos sus familiares, amigos y conocidos para que asistan a unos actos vulgares y aburridos, y compren sus libros, que después probablemente no vayan a leer. Y todo este fenómeno puramente mercantilista ocurre a costa de nuestros bosques, con todo lo que conlleva para el medio ambiente y para la sostenibilidad del planeta.