Psicología

El dolor del fin de año

Existe la tradición entre algunos de nosotros, por la que acostumbramos a escribir en un papel aquello que queremos dejar atrás con el año que acaba. Luego quemamos el papel, para que simbólicamente el ritual surta efecto.

Es relativamente fácil desprenderse de aquello que no queremos. Pero… ¿cómo superar la pérdida de aquello que sí queremos? Cada segundo miles de células mueren en nuestro organismo, sin embargo nosotros seguimos vivos. Es más, de no ser por la muerte de esas células, no seguiríamos con vida. La muerte es inherente a la vida, y gracias a ella podemos valorarla (es decir vivirla). Aplicado a nuestros seres queridos o elementos queridos, cuando desaparecen nos hacen encontrarnos con nosotros mismos ante su falta, lo cual nos entristece, pero en esa tristeza siempre podemos encontrar la alegría de haber vivido aquello que ahora se ha ido. El hecho nos prepara una vez más para el gran desapego que supondrá nuestra propia despedida de todo y todos. Inevitablemente perder aquello que queremos, nos sitúa en un nivel superior de nuestra escalera evolutiva, porque nos hace entender realmente aquello que hemos perdido.

El problema radica cuando hemos de desprendernos de algo que sabemos que tenemos que abandonar, pero sin embargo no lo dejamos ir. Lo vemos claro, pero no encontramos las fuerzas para llevarlo a cabo. Y así pasa el tiempo, pensando que por sí solo se caerá, pero no cae. Y no cae porque en este caso la lección no está en valorar lo que tuvimos, sino en entender que como las células, para avanzar, para seguir creciendo, algo tiene que morir, algo tiene que quedar atrás. Si anteriormente nos quitaron algo que queríamos, en este caso somos nosotros los que hemos de quitárselo al otro. Y no con malicia, sino porque la coherencia de nuestro ser nos lo exige, a expensas del dolor de nuestro ego. De esta forma tal vez podamos entender que todos somos a la vez e inevitablemente, víctimas y verdugos. No hay en esto maldad, es la propia naturaleza de las cosas. Y como sabiduría de tal naturaleza, seguramente las cosas resulten como han de ser, a pesar de nuestra incomprensión e inconformismo.

Cada fin de año nos recuerda el fin de todas las cosas, para que tanto cuando nos venga dado así como cuando lo provoquemos nosotros mismos, entendamos que seguimos el orden natural de la existencia, y que igual que no ejercemos maldad cuando ponemos fin a algo, tampoco nos es dada cuando nos lo ponen contra nuestra voluntad.

Necesitamos el fin de un año para que el próximo pueda llegar. Para avanzar, algo tiene que quedarse atrás.

romangonzalvo.com