Navarra

“Esperamos un desajuste y desestabilización general del clima”

Hablamos con Peio Oria Iriarte, representante de la Agencia Estatal de Meteorología, AEMET, en Navarra que nos explica el funcionamiento de este organismo y qué están observando en estos momentos en nuestro territorio.

Peio Oria Iriarte, representante de la Agencia Estatal de Meteorología, AEMET en Navarra
photo_camera Peio Oria Iriarte, representante de la Agencia Estatal de Meteorología, AEMET en Navarra

AEMET presta un servicio público enfocado a la observación y predicción del tiempo y la atmósfera. También en el registro y estudio del clima, tan fundamental en estos momentos. Su sede institucional a nivel estatal se encuentra en Madrid donde, por ejemplo, contamos con un superordenador para ejecutar el modelo numérico operativo de predicción del tiempo o donde se establecen los canales de comunicación e intercambio de datos con otros Servicios Meteorológicos Nacionales y organismos continentales, lo que se considera crítico para poder dar pronósticos realistas.

AEMET se encuentra también presente en todas las CCAA mediante una representación territorial delegada. En el caso de la Comunidad Foral de Navarra, contamos con una red de más de 100 estaciones, la mayoría de ellas manuales y atendidas por colaboradores voluntarios en los pueblos, y cuya gestión compartimos con el Departamento de Medio Ambiente del Gobierno de Navarra. Además, tenemos una oficina en el aeropuerto de Pamplona-Noáin donde proveemos el servicio meteorológico aeronáutico necesario para la seguridad de sus operaciones aéreas.

¿Por qué cree que interesa tanto la Información meteorológica, más allá de la atención natural que prestan las gentes del campo?

El tiempo condiciona las actividades de la vida diaria. El trabajo en el campo, el transporte, la economía, la gestión del agua e incluso, a veces, la propia supervivencia. Por no hablar, por supuesto, de la ropa que te pones cada día. El estar bien informados y contar con un adecuado pronóstico y transmisión de la información a la ciudadanía y a los servicios de Protección Civil, Bomberos y Policía es fundamental para minimizar los posibles impactos. Además, determinadas manifestaciones del tiempo son muy espectaculares, máxime ahora, en la época de los dispositivos móviles y las redes sociales, dónde grabar una foto o un vídeo de cualquier fenómeno o elemento meteorológico es muy sencillo, así como su publicación o difusión, contribuyendo a hacer la ciencia del tiempo más atractiva. Un tercer factor podría ser la gran diversidad de tiempos y climas que caracterizan la zona del planeta dónde vivimos: La Península está sometida a la acción de varios elementos o configuraciones atmosféricas. Un ejemplo de ello es el Anticiclón de las Azores o las bajas de Islandia y Génova. En algunas ocasiones, recibimos aire frío y húmedo del Atlántico; en otras, aire seco y sucio del desierto e incluso en ocasiones aire gélido de latitudes árticas. Todo ello modula enormemente el tiempo que tenemos día a día y su gran variabilidad, especialmente en otoño, invierno y primavera. En Navarra lo constatamos muy a menudo y esta variabilidad o diversidad puede ser exactamente un motivo de interés.

¿La Meteorológica hasta qué punto es una Ciencia exacta?

No es una ciencia exacta en virtud de las ecuaciones que describen los sistemas que son objeto de estudio de la meteorología, tanto de la atmósfera como su interacción con otras componentes del Sistema Tierra, cómo los océanos, los hielos o las masas continentales. Esas ecuaciones, que son las que resuelven de manera aproximada los modelos de predicción numérica, no tienen una solución analítica o exacta y por eso mismo las predicciones se desdibujan pasados unos días. En cualquier caso en un horizonte a corto plazo, es decir, para las siguientes horas o dos o tres días, la fiabilidad es en la mayoría de los casos muy alta. Y esto es gracias a las observaciones, sobre todo las de satélite, y a sistemas de asimilación e intercambio de datos. Vuelvo a reiterar que es crucial el esfuerzo de cooperación entre diferentes países.

Ya entrando en harina, y vista la controversia que arrastran ambas expresiones: ¿Qué es el “Calentamiento Global” y qué es el “Cambio
Climático”?

Los cambios meteorológicos suceden en horas o días, una muestra de ello es cuando después de unas jornadas muy calurosas, entra viento del norte y refresca el ambiente trayendo nubes y lluvias. La meteorología no se explica tan sólo en base a lo que sucede en la atmósfera, hay que tener en cuenta también la interacción de las masas de aire con los mares y océanos así como con el relieve de la superficie terrestre. Un cambio climático opera a una escala de tiempo mayor, tienen que pasar decenas, centenares o miles de años para observar los cambios climáticos, y responden a diferentes causas como erupciones volcánicas, variaciones astronómicas de la órbita terrestre o alteraciones en la composición química del aire. Sin embargo, ahora estamos sumidos en un cambio climático que está siendo especialmente rápido y que esperamos que se intensifique mucho más en los próximos años y décadas. No hay ya duda de que detrás de él se encuentran fundamentalmente las ingentes cantidades de gases de efecto invernadero emitidas por las últimas generaciones de los seres humanos, si bien la tasa y el histórico de emisiones es muy desigual entre los estados. En los países de más temprana industrialización, como el Reino Unido, ya son 5 o 6 generaciones y cómo resultado más de 150 años de emisiones desproporcionadas a la atmósfera. En los países de industrialización más tardía, como España, las emisiones han repuntado en los últimos 50 años, como consecuencia del rápido desarrollo. Otros, como las economías emergentes, se han disparado en los últimos 20 ó incluso 10 años. Es el caso de China, Brasil o India. Se registró un leve descenso en el año 2020 por la pandemia, pero las emisiones repuntan nuevamente. En definitiva, en el último siglo ya son cientos y cientos de gigatoneladas de CO2 equivalente, si sumamos al dióxido de carbono las emisiones de otros gases como el metano, el óxido nitroso o el hexafluoruro de azufre, menos abundantes pero con mayor potencial. Además de lo anterior, las emisiones naturales de metano, probablemente forzadas por el propio cambio climático de origen antropogénico, están aumentando de manera muy preocupante. Toda esta cantidad de gases se va acumulando en parte en la atmósfera, océanos y suelos y, en concreto, lo que se queda en la atmósfera contribuye a retener más calor cerca de la superficie y a modificar patrones meteorológicos a gran escala, ya que la acumulación de calor no es uniforme. Otros factores, como el cambio en los usos de la tierra, especialmente la deforestación, han contribuido también a la subida de temperaturas. En definitiva, tenemos un aumento de la temperatura media en la superficie de la Tierra de casi ya 1,5ºC respecto al promedio mundial, que son 15ºC. Eso está provocando que el sistema global del clima responda muy rápidamente, en comparación a otros grandes cambios climáticos del pasado. Se están fundiendo enormes cantidades de hielo, sobre todo en el Ártico y Groenlandia, pero especialmente, a corto plazo, esperamos un desajuste y desestabilización general del clima en la Tierra con una prevalencia de fenómenos extremos como olas de calor, oleadas de grandes incendios forestales, inundaciones muy graves e incluso también, aunque con menor frecuencia, episodios de frío muy intenso. 

De momento los océanos y la vegetación han absorbido casi todo el calor y CO2 que los seres humanos hemos puesto en la atmósfera y que llevaba millones y millones de años en la corteza terrestre. En la medida que los océanos dejen de albergar CO2 y su capacidad de almacenar calor disminuya, pues su papel de sumideros también se ve afectado por el calentamiento, y el clima se irá extremando aún más. El umbral de calentamiento que se considera seguro son 1,5ºC y superar 2ºC supone seguramente un cambio absoluto de las condiciones climáticas que han dado lugar a los avances y progresos de los últimos 10000 años, desde la agricultura hasta la revolución industrial o tecnológica, comprometiendo seriamente la vida en la Tierra. Hay una serie de mecanismos de retroalimentación en el clima que todavía no se conocen demasiado bien, pero que es muy probable que se activen al rebasar un cierto umbral de aumento de temperatura media, que los científicos sitúan entre 1,5 y 3ºC respecto a esos 15ºC de promedio preindustrial. Quedarnos en el 1,5ºC exigiría reducir muy rápidamente las emisiones, de manera muy sustancial y efectiva, pasando al 50% esta década y poniendo en marcha tecnologías de secuestro de carbono atmosférico a mediados de siglo, consideradas ambas cosas muy poco probables a nivel global.

¿Realmente el Ser Humano está produciendo cambios -intensos y graves- en su entorno y en el Clima?

Está científicamente demostrado que es la mano del hombre, a través de las actividades económicas e industriales y sus emisiones asociadas, la que lo está acelerando. Tal y como ha afirmado el último informe del panel de expertos designado por los países miembros de la ONU, el factor antropogénico en el cambio del clima es inequívoco. Este mismo informe es especialmente enfático en atribuir una serie de fenómenos observados en los últimos años, como olas de calor marinas, cambios en los patrones atmosféricos o la pérdida de más del 50% del hielo marino del hemisferio norte, al papel que juega el cambio climático.

Como resultado algunos ecosistemas, sobre todo aquellos en ambientes muy sensibles y extremos, como los bosques de las altas latitudes de nuestro hemisferio o de las zonas de alta montaña, encuentran unas condiciones muy estresantes y amenazantes para su funcionamiento y supervivencia, razón por la cual poblaciones de especies vivas se ven reducidas o forzadas a desplazarse en busca de ambientes más propicios. 

Otro de los graves cambios observados tiene que ver con una combinación de condiciones meteorológicas extremas para la propagación de grandes y voraces incendios forestales con el abandono rural y la continuidad de masas vegetales en ciertos lugares. Estos grandes incendios se han registrado en la última década en Portugal, Australia, California, la Columbia Británica, el Mediterráneo o incluso el Ártico. Se multiplican debido a unas condiciones más favorables.

Lo que hemos vivido en Navarra hace unas semanas es una especie de preludio ya que el comportamiento de los incendios de Obanos y San Martin de Unx se considera también sin precedentes en cuanto a la velocidad de propagación y a la generación de incendios que modifican la propia meteorología local, haciéndolos mucho más incontrolables.

¿Qué podemos hacer las personas de a pie para mejorar esas tendencias en nuestras respectivas zonas de residencia?

Es un debate muy complejo ya que sabemos que interrumpir las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera implica un cambio total de modelo. No sólo económico, energético o de movilidad sino que va más allá, con profundas implicaciones a nivel social y cultural.

Al igual que llevamos un control de nuestra contabilidad económica a nivel individual o familiar, cada individuo debería tener claro de dónde proceden todas las emisiones o su huella de carbono y actuar sobre eso. No es sencillo ya que inevitablemente nos encontramos con contradicciones. Al estar las emisiones y el consumo, en todas sus modalidades, tan arraigado en nuestro modelo de vida e impronta cultural, se deberían tener en cuenta numerosos aspectos. Es muy delicado no entrar en conflicto con intereses económicos o comerciales en un marco globalizado. El Panel de Expertos para el Cambio Climático lo ha dejado muy claro. Las democracias de occidente con sistemas capitalistas muy establecidos tienen el mayor peso en el sentido de la atribución de emisiones y el origen del problema del cambio climático. Por otro lado, a veces no es sencillo trazar el origen de nuestras emisiones, y a menudo nuestras emisiones se asocian o se asignan a zonas muy distantes, donde tienen lugar los procesos de manufacturación o producción a gran escala. Deberíamos estar en condiciones de preguntarnos si queremos renunciar a ciertos bienes y servicios (tecnológicos, automoción, alimentación, turismo internacional, etc.) en favor de mitigar las emisiones. Un cambio de modelo energético es necesario (y ahora imprescindible) pero no es todo lo que hay que hacer.

¿Esta Zona nuestra, -tanto de nuestra Comarca de la Ribera como de este rincón del Valle del Ebro, el Cantábrico y el Pirineo de la península ibérica donde vivimos-, hasta qué punto va a verse afectado?

Es perfectamente posible que, en pocos años, el valle del Ebro se parezca mucho al del sureste de la Península y se extreme más. Ya hay días en los que el calor extremo en el eje del Ebro se deja notar, superando con cada vez mayor probabilidad de ocurrencia los 35 ó 40ºC. Esto sucede aproximadamente un 50% más de días que hace 50 años. Ya evidenciamos cambios en el clima por tanto. Por ejemplo, los climas semiáridos van ganando extensión en la Península Ibérica. Municipios de la Zona Media pronto tendrán el clima que ha tenido la Ribera. Pero hay una diferencia clave, no es simplemente que los climas se vayan desplazando. Los periodos de ausencia de precipitaciones se dilatarán y cuando tengamos lluvias habrá más probabilidad de que su intensidad sea más fuerte. Esto ya lo estamos viendo. Tafalla y la Cuenca del Cidacos batieron récords el día 8 de julio de 2019. Tudela el 1 de septiembre de 2021. Son sólo dos ejemplos, pero podríamos también citar el episodio del 9 y 10 de diciembre de 2021, nunca antes en el pasado reciente llovió tanto en la zona norte de Navarra. Por otro lado, Navarra tiene una variabilidad muy fuerte de climas, razón por la cual no esperamos que los cambios se manifiesten igual en la zona cantábrica o en el Pirineo que en el valle del Ebro.

¿Ésta es un área sensible susceptible de grandes cambios a corto, medio o largo plazo?

Si, al igual que el resto del continente de la península ibérica. Toda la región europea y mediterránea se ven sometidas a grandes cambios a corto, medio y largo plazo. Probablemente, tal y como sucede ya en otras regiones del mundo como África, el Ártico o Indonesia, estamos en la antesala de presenciar grandes oleadas migratorias forzadas por el cambio climático, que podrían llegar a medio o largo plazo.

¿Qué cambios serán esos?

Hay al menos tres aspectos que son críticos. Uno tiene que ver con las cosechas, tan susceptibles a lo que ocurra con el clima. Lo hemos visto este año por ejemplo con la oleada de incendios del 18 de junio que ha dejado miles de hectáreas improductivas. Pero es que el calor y la sequedad de mayo y la primera veintena de junio, totalmente extraordinarios y también relacionados con los incendios, han mermado la producción de cereal hasta en un 25%. 

Otro periodo que ha sido muy nocivo tuvo lugar la primera semana de abril con un episodio de bajas temperaturas muy poco habitual. No fueron heladas puntuales, fueron heladas potentes durante 4 ó 5 días seguidos, lo que no habíamos visto prácticamente en todo el invierno. Cultivos de espinaca o brócoli se vieron dañados. Por supuesto que siempre ha habido vaivenes en forma de altibajos térmicos, de lluvias y granizo muy perjudiciales, es normal y esperable, más en primavera, pero lo que estamos viendo es que aumenta considerablemente la probabilidad de sufrir este tipo de episodios, fuera de temporada habitual y con carácter muy extraordinario y esto, inevitablemente, lleva a adaptar la producción agraria a todos los factores condicionantes y estresantes que supone el cambio climático.

Tenemos un estudio realizado acerca de la fecha en la que se producen en la Ribera los primeros diez días con más de 30 grados. En 1950 y 1960 esto sucedía de manera promedio a finales de julio, ahora se ha adelantado un mes esa fecha pero es que este año de 2022 esto ya ocurrió el 20 ó 22 de mayo. Y apuesto a que esto pasará más veces esta década. Esto tiene enormes repercusiones en los cultivos, tanto de secano como de regadío, en frutales, en la hortaliza. Las plantas son muy sensibles a cómo van acumulando tanto frío como calor y ahí vemos cambios muy claros. Otro aspecto tiene que ver con el agua y su gestión. El agua embalsada es clave en nuestro país. Es una reserva que sirve para producir energía, para el riego a gran escala e incluso, en ocasiones, para suministro de agua potable. Estamos diciendo que las sequías ven incrementada su ocurrencia. Es cierto que llevamos 25 años sin grandes sequias generalizadas en la Península pero los últimos años estamos viendo cambios de tendencia. De hecho, este 2022 vamos 20 puntos por debajo de capacidad embalsada respecto al promedio de la última década. En Navarra quizá no tanto, pero en el sur de la Península empiezan a ver un horizonte complejo en este sentido. Y es que no sólo ocurre aquí. Zonas de Estados Unidos como California o Utah sufren sequias muy comprometidas. Por último, quiero volver a los fenómenos extremos, que ven muy aumentada su probabilidad de suceder, su extensión geográfica y la intensidad a la que se producen. Es muy claro si tenemos en cuenta los episodios que se van sucediendo, concurriendo y concatenando a nivel mundial. Es importante recalcar que estos episodios generan enormes pérdidas y nos hacen más vulnerables y pobres. Aquí no lo vemos aún de forma muy clara, pero hay zonas como el cuerno de África donde una sequía favorecida por el cambio climático está conduciendo a una problemática de inseguridad alimentaria y falta de agua que ya se considera una emergencia humanitaria. La clave está en que es perfectamente posible que la capacidad de recuperación y resiliencia se vea superada por la repetición de fenómenos muy adversos y extremos. ¿Qué pasaría si inundaciones como la del Cidacos del 2019 empiezan a suceder cada 5, 10 o 15 años y los incendios de este año empiezan a ser la tónica dominante? 

Esto no es un escenario que no pueda suceder sino que poco a poco se va convirtiendo en más probable.

¿Qué puede hacer el ciudadano?

Se ha incidido antes en una serie de aspectos a nivel general, aunque sin concretar. Me parece crucial actuar en el tema de reducir el consumo. A todos los niveles. De energía en primer lugar, pero también de ocio, movilidad, alimentación o agua. Por supuesto aquí hay un gran espacio para la imaginación y no podemos tampoco ir contra las libertades individuales. Pero creo que, mirando un poco las cosas, podríamos reducir un 50% y si de verdad como sociedad nos lo propusiéramos un descenso del 80 ó 90% está demostrado que sería perfectamente posible sin rebajar los niveles de felicidad. Igual que miramos la cartera tendríamos que tener una contabilidad de todas estas cosas, incluso podrían diseñarse sistemas para su control y gestión. No es muy aventurado, de hecho la fiscalidad climática ya está avanzando de la mano de las leyes de cambio climático, como la recientemente aprobada en Navarra. De momento, sensibilizar, concienciarse y actuar poco a poco es seguramente lo mejor que podemos hacer a nivel individual. Pequeños pasos, no podemos cambiar nuestro modus operandi de hoy para mañana. Autoconsumo eléctrico, movilidad más sostenible y eficiente, evitar desplazamientos innecesarios y muy lejanos, consumir lo más local que podamos, organizarnos al respecto, las asambleas climáticas a nivel local y regional van ganando fuerza. Todo esto son cosas que cuentan si empiezan a imponerse a mayor escala.

Y la Administración?

Los esfuerzos de adaptación a los impactos del cambio climático se tornan clave. Navarra está bien situada gracias a un ambicioso proyecto europeo que está ejecutando el Gobierno de Navarra, con participación de la UPNA y varias sociedades públicas, y que tiene como objetivo el diseño de estrategias en materia de agua, salud, agricultura, bosques, paisaje y medio construido. Por supuesto, para no agravar el problema se requiere limitar las emisiones y es verdad que hay una hoja de ruta de cambio climático que, entre otras cosas, marca el objetivo de reducir un 55% las emisiones de Navarra en el año 2030. 

Este objetivo es seguramente alcanzable aunque es necesario que la administración monitorice muy de cerca lo que va haciendo el sector agrario, el de transportes, el de la construcción y el conjunto de empresas, a la vez que favorece las condiciones para un menor uso de combustibles fósiles, tanto en los vehículos como en la industria y el uso doméstico. 

En cualquier caso, también hay muchos cambios que podemos ir exigiendo a los gobiernos y a la administración. A nivel de ordenación territorial o de políticas agrarias es muy claro. Si decimos que hay que construir, producir o consumir de una determinada manera que sea compatible con limitar las emisiones a la atmósfera. La administración tendrá que preocuparse de ello y establecer las líneas a seguir. Creo que poco a poco las cosas irán cayendo por su peso y la administración, pese a su lentitud, tendrá que responder. Por parte de administraciones como la nuestra (AEMET), hemos visto como hay episodios extremos que rebasan nuestra capacidad de predicción e incluso de observación. Invertir en desarrollar mejores sistemas de pronóstico y redes de observación es entonces prioritario.

¿Cree que nos deberíamos volver más verdes? Es decir, potenciar la revegetación del espacio contribuiría a mejorar la desertificación de la Ribera

Un mejor modelo de gestión forestal es un aspecto esencial. Y ahí es clave adaptar los espacios naturales e incluso urbanos, por ejemplo de la manera que señala, reverdeciéndolos, aunque no de cualquier forma. Hay dos frases que resumen muy bien cómo luchar contra el cambio climático. La primera es usar más la cuchara en la mesa, es decir, no descuidar que la mejor alimentación es la de cercanía, la tradicional, la de la abuela, los productos de temporada, de la granja o del campo a la mesa, sin tener que cruzar medio mundo. Si todos aplicásemos y tuviéramos presentes esa receta, las emisiones bajarían sustancialmente aunque habría que repensar modelos de logística y transporte y existiría una seria oposición de grandes multinacionales que precisamente exprimen la globalización en todo su sentido. Hay otra frase que tiene que ver con volver a usos más tradicionales del territorio, a repoblar ciertos espacios, a darles sentido, a que la biomasa forestal desplace a las calderas de gas o gasoil, a que el uso de la energía no responda a un sentido tan económico y si más práctico. No es tanto volverse más verdes de repente, es volver a cosas que ya hacíamos y, sobre todo, ser capaces de conjugarlas con lo que hoy en día nos brinda ya la tecnología. El modelo de transición energética que se propone va muy encaminado a que podamos seguir manteniendo estándares actuales con nuevas fuentes, con una implantación todavía mayor de la energía solar y eólica. Y aunque son seguramente necesarias no son la clave de la solución. Si me pregunta si aún haciendo todo lo anterior revertiremos el cambio climático la respuesta rotunda es no. Pero hay dos grandes cosas que todavía se pueden hacer: Lo primero, en línea con anteriores respuestas, fortalecer las medidas y estrategias de adaptación. En el campo, en el monte, en las ciudades. Mejores sistemas de alerta, más prevención e invertir esfuerzos sólo donde sea necesario. En Navarra se está haciendo camino en ese sentido, desde mejorar los sistemas de drenaje y canalización de aguas y la alerta ante inundaciones, hasta monitorizar nuevos vectores de enfermedades que se propagarán en las condiciones que imponga el cambio climático. Lo segundo, invertir en investigar soluciones de geoingeniería que puedan suponer un freno al aumento desbocado de las temperaturas.

Hay proyectos interesantes acerca de instalar millones y millones de espejos en las cubiertas de las viviendas para intentar reflejar parte de la radiación solar. Es un tema controvertido y muy delicado, pero quizá acabe siendo lo más importante. 

Ya para concluir, ¿qué considera digno de destacar, afirmar, pedir o comentar para terminar?

El cambio climático supone una alteración mucho mayor de lo que pensamos. No irrumpe igual que la pandemia, es un proceso más progresivo, más a largo plazo, desigual según las zonas. 

El origen está en la física del clima, en cómo la Tierra está respondiendo a cambios sin precedentes en los últimos cientos de miles o millones de años. Pero las implicaciones, como ha quedado patente, no se quedan en los fundamentos científicos, sino que van a afectar a todos los rincones del planeta, a todos los sistemas tanto naturales como sociales y a todos los ámbitos y sectores de la sociedad. Adaptarse y entender las nuevas realidades será lo fundamental.