Tudela

Los toros ensogados, parte de nuestra historia

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Este espectáculo, ya desaparecido hoy en Tudela, se celebró en la ciudad desde la Edad Media hasta bien entrado el siglo XIX, y de hecho se sigue desarrollando en Lodosa, Novallas, Fréscano y alguna otra población de nuestra Comarca.

Varias han sido las maneras de divertirse con los llamados toros ensogados: la una, el atar al toro por los cuernos y el otro extremo de la cuerda mantenerlo sujeto por varias personas que desde un punto seguro, pudiesen ir soltando o recogiendo cuerda, para permitir que el toro corriese y se alejase más o menos y pudiese perseguir a los corredores. Esto se celebraba bien en el centro de una plaza o bien dejando al toro correr por las calles, con la gente azuzándolo y corriendo a su alrededor.

Otra de las maneras de correr los toros ensogados era atar al toro por los cuernos, y el otro cabo de la cuerda anudarlo a un poste que se clavaba en mitad de la plaza (primero en la de Santa María, después en las de Herrerías y Mercadal y, por último, en la de los Fueros); la cuerda era lo suficientemente larga como para llegar casi hasta las entradas de las casas, las cuales permanecían abiertas para refugio de la gente. El animal, incitado por unos y por otros, iba dando vueltas al palo, hasta quedar cada vez más corta la cuerda, quedando casi pegado al poste. Este espectáculo, que en principio podía resultar entretenido, en ocasiones finalizaba de manera cruel y desagradable, ya que o bien tullían al toro a golpes de garrote o incluso una vez el toro cansado, la gente se le echaba encima y lo apaleaba o acuchillaba hasta dejarlo malherido o incluso muerto.

Las primeras noticias sobre toros ensogados, me aparecen en Tudela 

Los llamados «toros de soga», era un espectáculo popular en toda España, con el que se divertían nuestros antepasados, sin intervención de toreadores y sin apenas costo para el Ayuntamiento. Las primeras noticias que poseemos de este espectáculo en Tudela, nos apare-cen en la redacción del fuero tudelano en el siglo XIII que en el artículo 293 cita los espec-táculos taurinos después conocidos como «toros ensogados», y dice, que se pondrían sancio-nes, si los que sujetaban la cuerda la dejasen floja o la soltasen para hacer daño o mofa a una persona. Es la primera referencia histórica escrita que he hallado de los toros ensogados o toros de cuerda en España.

En los libros de cuentas municipales se citan por primera vez a principios del siglo XVI. En 1517 aparece que además de los toros que se corrieron el día 1 de agosto, festividad de San Pedro Ad-víncula, se soltaron para divertimento de los ciudadanos dos toros ensogados.

Los toros de soga eran uno de los espectáculos que más gustaban a los tudelanos y se celebraban en las diferentes fiestas de los barrios, los días de San Pedro, San Juan, Santa María Magdalena, San Nicolás, San Salvador, San Jorge, San Miguel etc. De estos festejos de barrio las celebraciones más notables eran, el día de la víspera una hoguera al atardecer y el día del santo la fiesta religiosa, y como fiesta civil más importante la de los toros ensogados que se hacían igualmente para celebrar la venida de un personaje importante, el nombramiento de algún tudelano a algún cargo público o cualquier otra celebración como la beatificación de un santo u otro tema notable.

Curiosamente estando el rey Felipe IV en Tudela en el año 1646 la noche del Corpus, le fue solicitado permiso para correr dos toros ensogados «con hubillos de fuego el uno, y albarde de cohetes el otro», aunque realmente en esta ocasión estamos más ante lo que podemos considerar «toros de fuego» a la antigua usanza que a los toros ensogados tradicionales. Solamente cinco años después, tenemos noticias de que en el año 1651 se corrieron toros ensogados los días de San Pedro Ad-víncula, Corpus Christi y Santa Ana.

Sin que se cite la razón vemos cómo a mitad del siglo XVII y durante prácticamente todo el siglo XVIII a los toros ensogados los llaman «toros de tabla» o «festejos de tabla», fiesta muy del agrado del público, ya que vemos correr los llamados «toros de tabla» los días de San Marcos, el Corpus, la octava del Corpus, el día de San Juan, San Pedro, San Fermín, incluso el día de San Francisco Javier y el de la Inmaculada Concepción. Tan arraigada estaba esta celebración y este espectáculo en el costumbrismo popular que cada vez que el Ayuntamiento alquilaba la carnicería y unos sotos para que los animales pastasen, estipulaba que el arrendatario estaba obligado a proporcionar los toros a la ciudad para hacer este tipo de espec-táculos sin coste alguno para la Ciudad a no ser que alguno de los toros quedasen tuerto, mal herido o incluso muerto, que entonces se refleja el gasto en los libros de cuentas municipales como ocurrió por citar unos ejemplos en los años 1733 que a uno de los toros le sacaron un ojo, o en 1739 en que mataron uno, circunstancias en las que estaba especificado que el Ayun-tamiento tenía que pagar la mitad de lo que costaba el toro.

Los abusos hicieron que se suspendiesen 

Las formas fueron cambiando, y nuestros antepasados no se conformaban con soltar el toro por la plaza y correr delante, sino que fueron dejándolo suelto por las calles de la ciudad, con el consiguiente peligro para los vecinos. A tanto descontrol se llegó con este tema, que con fecha 6 de julio de 1772, el Real Consejo de Navarra publicó una prohibición de correr toros ensogados en todo el Reino, ya que había habido varios muertos en pueblos de Navarra.

No debió de durar mucho esta prohibición, ya que de comienzos del siglo XIX tenemos noticias de que los toros ensogados en Tudela se corrían en la plaza de los Fueros y el toro era atado en ocasiones a un poste clavado en el centro de la plaza y en otras a una argolla que el Ayuntamiento, en la sesión del día 27 de abril de 1808, acordó quitar.

Pasada la invasión francesa de nuevo y para divertimento de la gente volvió a realizarse el espectáculo; el toro se guardaba en un corral en al matadero Viejo sito en la actual calle Yanguas y Miranda. Allí se le ataba a los cuernos una soga y por la parte de atrás de la casa consistorial se traía la cuerda y el animal, atando el extremo de la soga a un poste que se clavaba en el centro de la plaza.

Alguna desgracia debió de ocurrir, ya que vemos cómo por acuerdo municipal del día 1 de mayo de 1855 los toros de cuerda fueron prohibidos nuevamente. No duró mucho tiempo esta suspensión, ya que vemos como solamente dos años más tarde, para celebrar la visita que realizó en 1857 la cabeza de San Gregorio Ostiense a Tudela, se corrió un toro ensogado en la Plaza Nueva, un novillo que aunque tuerto del derecho resultó bravo y de coraje.

Cuenta Mariano Sainz que en el año 1869, para festejar la salida de Isabel II del trono, se volvió a correr un toro ensogado en la plaza Nueva, siendo tantos los abusos cometidos que el Ayuntamiento los prohibió definitivamente.

Los toros ensogados se corrían en todos los pueblos riberos, hasta el punto de que en el acerbo folclórico ha quedado una expresión que demuestra las controversias entre pueblos y que dice: «¡Afloja, que ese es de Tudela!», animando a los que sujetaban la cuerda, que soltasen más de la normal, si el perseguido era de Tudela. Dentro de las expresiones populares, la de «aflojar la cuerda» se entendía como soltar la cuerda.

Luis María Marín Royo

Historiador