Tudela

Los mayores y las fiestas

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Todos los años, Santa Ana se actualiza en Tudela y, como paradigma de abuela y educadora que es, trata de acompañar en su desarrollo a jóvenes y a mayores.

Para los jóvenes, autoriza que su diversión y su alborozo se fundamenten en la ruptura de la norma y en la “violación solemne de unas prohibiciones” (Freud), facilitando el exceso como parte del desahogo, haciendo catarsis de todas sus penas y fallos acumulados en la cotidianidad de lo obligado.

A los mayores, más afianzados e identificados por la experiencia, nos sugiere tareas más personales y nutrientes. Nos susurra, de alguna forma, si la queremos escuchar, que La Fiesta debe de ser un importante “alto en el camino”. Nos recuerda lo que ya hace bastantes años Jose Luis López Aranguren, en última conferencia en Tudela, nos  recomendó que hiciéramos una pausa, un “reposo”, para poder hacer así un sano “repaso” de nuestra vida.

Los festejos programados por y para Santa Ana podrían ser para nosotros, cada año, el “ocio regulador” de nuestra existencia. De este modo, nos ayudarían a vivir la juventud; energía, frescura y vigor; de la mayoría de edad. Con ellos asumiríamos las inevitables “goteras” de nuestro organismo como posibilidades nuevas de vida. Descubriríamos que la salud no es la privación de todas las patologías, sino la buena gestión de las mismas para que no anulen ni disminuyan nuestro proyecto vital, permitiéndonos ser nosotros mismos, a base de preservar la sencillez y la simplicidad de lo profundo y auténtico de nuestro ser.

La Fiesta puede ser el momento idóneo de realizar, anualmente, nuestra propia “terapia de ensimismamiento” (Ortega). La oportunidad de reconocernos, de reconsiderarnos, y de proyectarnos a nuestro futuro, apaciguados y enriquecidos por la soledad de quedarnos a solas con nosotros mismos, tocando fondo y cuestionándonos nuestra existencia, amparándonos en el silencio de la noche y de la lejanía, arraigados en las raíces de la mejana, y con la serenidad de lo ya comprobado a lo largo de los años.

Tiene que ser el reencuentro con la verdad, de “no dar nada por supuesto” (Marías). El tiempo de apelar a nuestro “ingenio”, imaginación e inteligencia combinadas, para retener y mejorar nuestra “autoría”, ansiando un futuro cada vez más repleto de logros y expectativas. La hora de descansar, para seguir caminando, ahondando el paso, cada vez con más ilusión y compromiso, con la “sabiduría” rezumando su sabor y su saber.

Los mayores, a más brevedad del tiempo por venir, tenemos que disfrutar el jolgorio ambiental con mayor intensidad y deleite, sabiendo que estamos siendo y sintiéndonos nosotros mismos. Debemos sumirnos en lo esencial de los festejos: en sus tradiciones, en sus costumbres, en sus relatos y leyendas, en el bullicio de la calle, en la mesa de los íntimos y en el almuerzo del vecindario, en las procesiones para la reflexión, en el retiro del hogar, y en la noche cansada. Nos tenemos que esforzar en “fluir” siempre por ellos, perdiendo incluso en su barullo la noción del tiempo, para así poderlos vivir con suprema  “fruición” (Lain),

Las Fiestas son la ocasión perfecta para futurizar, con prudencia, abriéndonos horizontes a ejecutar en el mañana cercano. De año en año, ellas nos pueden preparar para compensar nuestras necesidades y nuestros deseos aún insatisfechos, completando, de este modo, las todavía inevitables carencias de nuestro ser. Tras cada conmemoración de Santa Ana, los mayores debemos renacer para transitar un nuevo tramo de nuestra vida, cada vez más apretado e íntegro.

Santa Ana está al servicio de la vida de las personas mayores. Recupera para nosotros, cada doce meses, la alegría, la apuesta por vivir, y la esperanza de “ser cada vez más”. Cada uno de sus aniversarios debe ser nuestra fuente de salud, nuestro acicate para nuestra humanización, y un buen ejemplo para los más jóvenes.

Este no es un mensaje serio y exigente . Solo necesita esa pizca de buen “sentido del humor” de cada uno de nosotros, para hacerlo cercano y divertido. Nosotros somos los que representamos a la gran mayoría de personas mayores “integradas”, vivientes en el mundo, asumiendo también, incluso, la representación de los otros colegas “asistidos”. Nuestras dudas acerca de nuestro futuro contingente solo debe incentivar, aún más, nuestras ganas de vivir, que ya son muchas.

Vicente Madoz Jauregui

Psiquiatra-Consultor