Tudela

La Navidad que recordamos los que nacimos en los cuarenta

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Hoy para el artículo del Extra de Navidad que me ha pedido Mariano, he decidido rememorar aquellos tiempos de niñez y juventud, aquellos años, lejanos pero que quizás son los que se me quedaron más grabados y los que mejor recuerdo.

Las navidades eran las fechas que con más ilusión esperábamos los niños. Eran fiestas muy familiares, las casas se adornaban, se ponían belenes; eran unos días alegres, se cantaban villancicos, y recuerdo que en mi casa eran las únicas fechas del año en las que se encendía un mueble gramola grandote, en el que sonaban aquellos discos de pizarra que giraban a 78 revoluciones por minuto. Siendo todo esto cierto, los dos mayores recuerdos de las navidades para los niños de mi época son el turrón y los regalos de reyes.

Cuando yo era pequeño no se ponía iluminación especial en las calles, eso comenzó por los años sesenta, pero había varias cosas que marcaban el comienzo de la Navidad, la primera eran los escaparates de juguetes que montaban todos los años en la Carrera, tres muy conocidos establecimientos: Marsal, el Salón Postal y Araiz, que a todos los críos nos hacían estar pegados horas y horas delante de los escaparates. La segunda señal eran los adornos navideños, figuritas de belén, chistmas, bolas de cristal, serpentinas, etc. que ponían Herminio Royo en la plaza de los Fueros y Durán en la calle Yanguas y Miranda. Pero sobre todo lo que daba el pistoletazo de salida era el día 21 de diciembre el sorteo de la Lotería Nacional, que podemos considerar como el cohete anunciador de las navidades. Hasta que no tuve 17 ó 18 años no había televisión, pero todavía recuerdo a los niños de San Ildefonso cantando por la radio los números. A partir del sorteo se podía decir que comenzaban las navidades.

Las felicitaciones de Pascuas

En aquellos años aunque en algunas casas hubiese teléfonos -ni mucho menos en todas-, no era lo normal felicitarse las Pascuas por teléfono. Se solían mandar Postales Navideñas o Chistmas. Para los carteros esos días eran los de más trabajo del año y los veías cargados con unas grandes carteras colgadas al hombro, llenas hasta los topes de cartas.

La vida ha cambiado. Hay cosas que hemos vivido los de mi generación y que hoy se ven normales, que todavía estaban sin inventar. A quien no lo conoció le parecerá mentira, pero los carteros iban cargados con una cartera muy abultada, ya que no se conocían los carritos de ruedas para llevar las cartas. Correos no puso carros para llevar las cartas hasta que comenzó a haber mujeres cartero, y esto debió de ser por los años ochenta.

En otros temas pasaba lo mismo, ya que las mujeres fregaban el suelo de rodillas porque no se conocían las fregonas, que no aparecieron en España hasta finales de los cincuenta y se popularizaron en los sesenta. Son cosas que hoy se ven normales y que entonces no se conocían, al igual que las maletas de ruedas. En aquellos años las maletas -había algunas incluso de madera-, se llevaban cogidas de la mano y soportando todo su peso, las maletas con ruedas no se comercializaron en España hasta los años ochenta.

La Nochebuena

El día de Nochebuena era el día que más tarde cenábamos los chavales y que más se alargaba la cena. En la mesa ese día se ponía la mejor vajilla de casa y la cena era la más especial de todo el año.

Siempre se ha dicho que la comida típica de Navidad -al menos en las clases pudientes- era el pavo. Aquí en Tudela, aunque no dudo que algunos lo comían, pero no era mayoritario, yo no lo recuerdo haberlo comido en la cena de nochebuena. Lo típico era la ensalada de cardo, verdura de la época, y después de segundo plato cordero, capón, o besugo asado -pez abundante en estas fechas y por lo tanto no caro-.

También bacalao con caracoles y pimientos secos. Lo más importante y lo que yo más recuerdo, son después los turrones, mazapán, mantecadas de Salinas y alguna copita de vino dulce, normalmente Goya, ya que en aquellos años no teníamos prohibido el alcohol los niños. Recuerdo incluso un anuncio de vino quinado San Clemente que aconsejaba  que lo tomasen los niños, decía así: «Quina San Clemente… da unas ganas de comerrr». Eran otros tiempos, como digo, entonces era normal que los niños tomasen alcohol, además de la Kina San Clemente que, por cierto, tenía 13º, en verano era muy normal el tomar para merendar un gran currusco de pan al que se le sacaba la miga, y se rellenaba con vino tinto y azúcar. ¡Eran otros tiempos!

El champán se consumía muy poco, lo normal en estas fechas era beber Sidra champán El Gaitero. Recuerdo un chistecillo que circulaba en la época en que uno haciéndose el chulico dijo: «Esta noche vamos a beber en mi casa Champán de la Viuda» (se refería al champagne de la Viuda de clicquot), a lo que el otro le contestó «¡Aibá! ¿es que se ha muerto el Gaitero, o qué?».

Aguinaldos y Limosnas

En aquellos años era normal, y no es porque el dinero sobrase, el dar aguinaldos a los carteros, a los serenos, a los basureros y a muchos trabajadores, repartidores, panaderos, etc., que solían traerte una tarjetita felicitándote las Pascuas para que les dieses algo. Esto hasta hoy puede sonar normal, pero lo que parece más chocante, es que se les daban aguinaldos también a los guardias de tráfico, ¿Imagináis hoy el dar un obsequio a los guardias de tráfico, o a los que ponen multas en los aparcamientos porque se te ha pasado la hora o a los de Hacienda que te multan por presentar un día tarde la declaración de renta? Pues en aquellos tiempos ocurría. Recuerdo a guardias de entonces como el Calero, que el día 24 de diciembre en el cruce de la carretera de Zaragoza, la calle Frauca (hoy San Marcial) y la Carrera, estaban allí dirigiendo el tráfico, es decir, parando a los coches cuando iba a pasar un peatón, porque en aquellos años no había semáforos, y eran muchos los coches que pasaban este día y le dejaban un regalo, bien fuese una o más botellas de vino, de coñac, cajas de cervezas, cardos o turrones. Las fotografías no mienten allí se juntaban con gran cantidad de regalos que después se repartían entre todos los guardias.

El día 24 era también el día de las limosnas. Mis padres tenían una tienda en la calle Yanguas y Miranda, se llamaba Vale, y yo lo he visto hasta mediados de los años sesenta que todos los sábados venían por la mañana a pedir una limosna a la tienda 8 ó 10 personas necesitadas, a las que entonces mi madre les daba una peseta, lo mismo que yo recibía de paga todos los domingos cuando era pequeño. El día 24 de diciembre venían muchas más incluso de pueblos riberos, no lo puedo precisar, pero ese día pasaban por la tienda 15 ó 20 personas pidiendo. Recuerdo y, eso sí que es bonito, el que una señora mayor que era de las que venía todos los sábados, ese día nos traía un pequeño obsequio: unas castañas.

Villancicos, colaciones y Reyes Magos: El cambio que ha experimentado la vida

Los regalos no se hacían  hasta el día de Reyes, tanto a niños como a mayores. El día 24 era normal el que entrasen en la tienda cantidad de chavales con zambombas y panderetas, cantando villancicos y pidiendo la colación o algo de dinero. Allí se estaban cantando aquello de «A esta puerta hemos llegado 400 en cuadrilla…», hasta que les dabas una propina y entonces salían casi corriendo a ir a otra tienda donde les diesen algo.

El comercio, como ocurre en la actualidad, se animaba en las fechas navideñas, aunque las compras para la Nochebuena o día de Navidad, estaban más dirigidas a cosas de comer y beber que a ropa y obsequios. El día fuerte de ventas en la tienda, el que más se vendía en todo el año, era el día cinco de enero, víspera de Reyes. Hoy las cifras parecen ridículas, pero recuerdo la satisfacción de mi padre un día cinco de enero que se vendieron 20.000 pesetas, sería quiero creer el año 1962 y era el día que más se había vendido en la tienda, un comercio de medias y calcetines, en el que también había perfumes, pañuelos de cabeza para las mujeres y corbatas para los hombres, regalos en aquellos años muy socorridos.

Eran otros tiempos, la vida comenzaba a cambiar y el poder adquisitivo general también. Hoy esa cantidad suena ridícula, ya que aquellas 20.000 pesetas equivaldrían a 120 €, pero no olvidemos que el valor de la peseta varió totalmente, ya que según estadísticas 8,9 pesetas del año 1961 que es de cuando estamos hablando equivalían a 234,3 del año 2000. Con la entrada en el euro, al no existir devaluación, el valor de la moneda no se disparó de manera tan exagerada, (otra cosa son los precios que se han elevado desde el año 2000 hasta 2014 aproximadamente un 44%, mientras que los salarios de media sólo han subido un 16%), por lo que haciendo números muy por encima, calculo que aquellas 20.000 pesetas del año 1961-2 equivaldrían hoy a unas 600 mil pesetas, unos 3.600 euros y eso es una cantidad importante en una tienda tan pequeña y que mi madre atendía sola, aunque ese día le ayudase alguien.