Tudela

Picador con denominación ribera

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Una cuadra de caballos que constituía el negocio familiar fue la culpable de que Juan Manuel Sangüesa Ballarín se sintiera atraído por este mundo a muy temprana edad. Montando a caballo se dio cuenta de que lo que le llamaba realmente era ser picador, una profesión complicada “si eres de Tudela”, mas no un impedimento. Su tesón y el sacrificio de algunas cosas van teniendo su recompensa para Juan Manuel Ballarín que acaba de ser fichado por los diestros Francisco Marco y Pepe Morán para picar los novillos de buena parte de sus corridas. Sin duda, una inyección de moral y prestigio para el joven que empezó siendo “monosabio” (auxiliar del picador) y que tomó la alternativa el 30 de agosto de 2005, en Tarazona, de la mano de Pepe Mayor.

El sueño de este joven, como el de todo subalterno, no es otro que poder vivir del trabajo que más le gusta, varear a los toros antes de su lidia para rebajar su bravura y evitar que embistan. Pero de momento, compagina sus escarceos taurinos con el trabajo de técnico de mantenimiento en la industria “Pavitusa” de la capital ribera, donde ha encontrado un apoyo incondicional que agradece públicamente.

Pese a lo que pueda parecer, Ballarín afirma que la competencia que existe en el sector de los picadores de toros es brutal. No obstante, se percibe un cambio a mejor en esta profesión, hasta ahora deslucida por multitud de vareadores no profesionales que quizá sólo han contribuido a deslucir un poco más la ya de por sí poco valorada imagen de esta figura taurina que, en tiempos pasados, llegó a ser la más importante de la fiesta nacional. “Hay picadores que llevan en esto toda la vida, no sabiendo ni montar a caballo. Pero es gente que no ha conocido otro trabajo en su vida, ni se plantea buscarlo. Ahora, el hecho de que la mayoría de los toreros lleven a su propio picador está haciendo que esto cambie, en beneficio de los más jóvenes”. comenta el tudelano.

Bajo su punto de vista, saber medir a los morlacos y montar a caballo, al menos dignamente, son dos aptitudes básicas que requiere un buen picador. En su caso, entrena una media de dos horas diarias, tras ocho de jornada laboral y sacrifica buena parte de su tiempo libre y fines de semana de juerga en pro de esta profesión que, en opinión del joven picador, exige también mucha vocación. “Si lo haces por dinero, no compensa”, dice. Lo que cobra un picador, tal y como explica Ballarín, está estipulado por el Ministerio de Interior en función de la categoría de la plaza. Oscila entre los 400 ó 500 euros, por novillada, y los 600 a 900, por corrida. En su caso, buena parte del montante se queda en la carretera.

Esta temporada, Juan Manuel Ballarín visitará entre otras las plazas de Pamplona, Santander y Tudela. La Chata es la que sin duda le trae de cabeza. Si el picador es de por sí la figura más odiada en la fiesta de los toros, por parte del público no entendido (alrededor del 70%) por su ensañamiento con el morlaco, en Tudela los gritos que le tributen las peñas desde el tendido de sol serán aún más insistentes. Ballarín es consciente de ello y aguarda con nerviosismo el próximo 29. Pero sabe también que esa tradición es parte importante de la fiesta y que el público, en el fondo, valora al picador como imprescindible para hacer faena de arte frente a los toros