Opinión

Mis preguntas sobre el feminismo

El feminismo es un movimiento, un fenómeno, un acto contracultural tan amplio que resulta difícil de definir. A menudo pretende dar respuestas, contestaciones concretas acerca de por qué se ha venido produciendo durante siglos una serie de actitudes sociales que marcaban una distinción jerárquica entre quien era definido como “hombre” y quien lo era como “mujer”. No obstante, aunque yo mismo he estado familiarizado con el movimiento feminista desde que comencé la Universidad hace ya más de una década, me sorprende cómo quienes se definen feministas a menudo responden más que se preguntan.

Soy un hombre y ello no implica que no pueda hablar o discutir sobre el feminismo en igualdad de condiciones que una mujer. No puedo negar que evidentemente pueden existir determinadas situaciones de discriminación que no he experimentado, pero ello no implica que no pueda pronunciarme sobre ellas o su interpretación. Igual que tampoco soy creyente, pero me niego a legar la idea de Dios a quien se defina como cristiano. Dicho de otra forma, un hombre puede saber más sobre una vagina que una mujer por el simple hecho de haberla estudiado, igual que una mujer más sobre los penes porque es uróloga. Esta premisa, a priori lógica, parece que se resiste a ser aceptada por algunos colectivos feministas. No entiendo, pues, por qué se produce esa discriminación hacia el hombre que opina sobre feminismo. No estoy hablando de que se convierta en el protagonista de la lucha, sino de que pueda expresarse en igualdad de condiciones que una mujer. Ser objeto de una discriminación no dota un argumento de autoridad.

La división de la sociedad en dos géneros, en hombres y mujeres, diferenciación llevada ya a cabo en nuestra tradición occidental desde la antigua Grecia, obliga a entender esta misma sociedad en colectividades. Sin embargo, la asociación en grupos basados en la genitalidad en realidad invisibiliza otras muchas características y, sobre todo, la individualidad. Quizá es esta la razón por la que, desde la izquierda política, al menos española, se acostumbre a no entender como feminista una mujer que no quiera incluirse dentro de un colectivo, de una comunidad. ¿En virtud de qué justificación puede entenderse que Isabel Díaz Ayuso es menos feminista que Irene Montero? 

Cuando desde Más Madrid decidieron presentar la candidatura de Íñigo Errejón a la Comunidad de Madrid, desde esta formación decían que lo importante no es que el cabeza de lista sea un hombre o una mujer, sino que este sea capaz de llevar a cabo políticas feministas. De acuerdo, entiendo esta argumentación: lo importantes son las políticas y no las personas. Entonces, bajo esta misma lógica, ¿por qué Pedro Sánchez decía que su gobierno era el más feminista de la Historia de España por tener una cuota similar de hombres y mujeres? ¿Debo fiarme más de lo que dice Íñigo Errejón o de lo que dice Pedro Sánchez? Y si no debiera fiarme de ninguno, en tanto que hombres, que ni siquiera debieran hablar sobre el feminismo (como atacan algunos colectivos), ¿de qué mujer debería fiarme? ¿Puedo entonces fiarme de Isabel Díaz Ayuso? ¿Puedo entonces considerar que, en tanto que mujer, tiene más voz que yo en el feminismo Macarena Olona, Cayetana Álvarez de Toledo o Rocío Monasterio?

El feminismo me despierta también otras dudas, según me va dando a veces respuestas. Desde muchos colectivos feministas se nos habla de la invisibilización de las mujeres en la sociedad. Una invisibilización que se extiende al ámbito de la ciencia, de la tecnología, de la literatura. Mujeres ilustres que fueron durante muchos siglos silenciadas por su condición. Desde el feminismo se nos transmite este halo de silencio sobre las actividades de las mujeres. No obstante, se centra en una invisibilización de los logros, ¿no la hay tampoco de las atrocidades? Sabemos de grandes mandatarios, científicos militares o paramilitares varones que cometieron importantes crímenes, ¿no hay asesinas, estafadoras o ladronas que merezcan su reconocimiento histórico? 

Dentro del feminismo también se nos da una explicación del por qué el hombre no expresa sus sentimientos. El relato feminista nos traslada que los hombres, en tanto que conforman el estrato opresor de la sociedad, evitan (o no se les ha permitido) mostrarse vulnerables. Bajo esta misma premisa, pues, ¿no puede darse el caso entonces de que realmente estas opresiones -independientemente de que fueran ejercidas por otros hombres- hacia los varones sean muchas más de las que parecen, pues han sido invisibilizadas por esta condición? 

Desde el feminismo se entiende que el machismo es una cuestión cultural. Si fuera biológica, habría que encerrarnos a todos los hombres. Depende, por tanto, de la cultura. No nos es desconocido que hay culturas que son más machistas que otras o, dicho de otra forma, que hay culturas que desarrollan actitudes y comportamientos más machistas que otras. Bajo esta misma lógica, pues, ¿no está VOX en lo cierto cuando defiende que la nacionalidad de determinados colectivos extranjeros repercute en sus conductas machistas? Si la condición de ser socializado como “hombre” repercute a la hora de que se le juzgue (vía Ley de Violencia de Género) porque es una cuestión cultural, ¿no dependen entonces de la cultura extranjera también los comportamientos de otros hombres? Y, siendo el machismo una cuestión cultural, ¿por qué no se abordan también jurídicamente los comportamientos machistas de las que son mujeres, independientemente de que pertenezcan al grupo “oprimido”? No sé. Se supone que el feminismo es un movimiento que vino para darnos respuestas, sobre todo teóricas, que pudieran ayudarnos a cambiar después la sociedad. Sin embargo, a mí me acaba creando más y más preguntas.