Opinión

Setas y hongos, claro ejemplo

Parecía que la temporada iba a ser corta y descafeinada, pero las muchas lluvias de este mes de octubre, más cercano a la tradición climática otoñal, han llenado montes, bosques y praderas de los más preciados de los frutos del campo: setas y hongos.



Así, en tropel, la gente se ha echado a buscar esa pequeña delicia jugosa que representa cada especie comestible, llegando al punto de que, por ejemplo, nuestro emblemático Moncayo se ha visto desbordado de visitas de ávidos recolectores que no se conforman con el paseo y el posterior regocijo gastronómico, y que acaparan estos místicos hijos de la lluvia y la tierra hasta tal extremo que, sin tardar, van a provocar la extinción de más de una especie y la posterior destrucción y degradación de sus entrañables y típicos hábitas.



La caza y captura de ejemplares, las más de las veces sin conocimiento alguno sobre ellos, están llevando los campos a unos extremos difíciles de soportar, haciendo del mundo de las setas y los hongos y su recolección tradicional -todo un arte desde lo más antiguo- algo tan despiadado como ilógico, porque se recoge todo cuanto se ve

y se acapara sin considerar si se va a consumir o aprovechar o compartir... Un claro ejemplo de cómo se las gasta ese espécimen que se auto denomina Homo "Sapiens".