Opinión

Aprendemos de los errores, para no volver a repetirlos

La historia mundial está plagada de errores y más en material política, por lo tanto, nuestro pueblo no está exento de haber cometido equivocaciones a lo largo y ancho de su historia general. Diferentes discrepancias, deserciones y traiciones durante varios siglos, es decir, en épocas distintas, facilitaron en gran medida la invasión y ocupación de la totalidad del Estado que crearon nuestros antepasados, los vascones, durante el primer cuarto del siglo IX.

La maquinaria imperial española y francesa, ha sabido aprovechar en toda su dimensión los errores que en su momento se fueron dando, para conseguir aniquilar con cualquier residuo de autogobierno existente en las diferentes divisiones en la que se encuentra actualmente nuestro Estado, imponiendo su política, leyes y costumbres, ajenas a los herederos de aquellos vascones libres e independientes, a los cuales se les conocía como navarros.

Estos imperios, supuestamente democráticos, organizan cada cierto tiempo diferentes elecciones con las cuales buscan, una y otra vez, legitimar su conquista. Todas estas elecciones vienen amparadas por sus constituciones, en las cuales no se permite ni siquiera el derecho de autodeterminación, ni que decir tiene, menos aún el de independencia y aún mucho más impensable, es creer que se permita la recuperación de la soberanía para nuestro Estado.

Yo particularmente no dudo de la buena voluntad de aquellos vascos o de la totalidad de los navarros, que tenazmente intentan conseguir la subsistencia de la lingua navarrorum, intentando establecer una autonomía respecto a los imperios español o francés, incluso llegándose a plantear un referéndum independentista, participando o intentándolo, en unas elecciones ajenas a nuestro Estado, buscando posteriormente desde esas instituciones impuestas, conseguir recuperar la soberanía; pero por lo visto hasta ahora, creo que esos esfuerzos son realmente inútiles, si nuestro objetivo esencial es liberarnos de la tiranía española y francesa.

Así, los navarros tenemos que repasar, una y otra vez, todos los errores que hemos cometido hasta el día de hoy. Debemos tenerlos presentes en cada movimiento estratégico encaminado en la recuperación de la soberanía para nuestro Estado. Para ello, debemos recordar, en primer lugar, cual era el nombre de nuestro Estado a lo largo de su larga existencia en los mapas políticos de Europa y por ende, del Mundo.

Debemos desechar planteamientos políticos erróneos en materia Estatal y olvidarnos de nombres inventados para algo que ya lo tiene. Una vez reconocido por todos nosotros dicho nombre, que no es otro más que Navarra, tenemos que mirar cual era la estructura política con la que se organizaba dicho Estado, que no era otra más que la de Reino.



Yo no vacilo ni un segundo en dar la razón a aquellos políticos y pensadores de los siglos pasados, que plantearon como mejor estructura estatal al sistema republicano. Es más, yo también lo considero el más apropiado, pero de cara a nuestra legítima reivindicación -recuperar la soberanía de Navarra- debemos pensar en recuperar aquel Reino, al cual, el soberano navarro nunca renunció a él.



Este último pensamiento me ha llevado a mantener conversaciones con la Casa Real de Navarra, dándome a conocer desde la misma, la existencia de una demanda internacional al comité de descolonización de la Organización de las Naciones Unidas, presentada por parte del titular de la Corona, D. Pierres II, la cual será resuelta en el próximo año 2010.



Igualmente la Casa Real de Navarra me ha mostrado su disposición de trabajar estrechamente con los diferentes agentes políticos, sindicales y culturales en la formación de un gobierno provisional, sin siglas de partidos políticos que se presenten en elecciones del reino de España y/o de la república de Francia, hasta alcanzar la soberanía plena del Estado de Navarra.

Muchos podréis pensar, que esta “nueva” vía con la cual recuperar la soberanía, significará la vuelta de un rey para los navarros. Nada más distante de la realidad es ese pensamiento, ya que la Casa Real de Navarra, con el titular a la cabeza, entregaría inmediatamente la soberanía al pueblo navarro, como recuerdo ancestral al Fuero que amparó a los navarros ante la autoridad del monarca.

Íñigo Saldise Alda