Opinión

La Fiesta del padrón

Cuenta la tradición, que en estas fechas, San José y la Virgen María, a punto de dar a luz, buscaban posada tras desplazarse para cumplir con la obligación romana de empadronarse. Aquí, milenios después, el mismo hecho ha desencadenado estos días una avalancha política que está cuestionando una realidad, irrefutable, denunciada por el alcalde de Tudela, Alejandro Toquero Gil, junto al capitán de la Policía Municipal, Juan Cruz Ruiz Gómara: la existencia de pisos “patera” en los que había empadronadas, fraudulenta e irregularmente, 335 personas.

El Delegado del Gobierno en Navarra, José Luis Arasti, del PSN; e I-E, han salido al paso de la denuncia, alegando uno que habían fastidiado una investigación de Policía Nacional y matizando los otros el hecho con detalles relevantes pero que en nada ensombrecen una realidad patente en la opinión pública… De ayudar se ha pasado a mantener. Del uso al abuso. Y de todos es sabido que por la caridad entra la peste.

Al margen de interpretaciones y detalles concretos, es francamente sospechoso que se produzca semejante ’tráfico’ en los padrones municipales. Situación que no sirve para afrontar movimientos migratorios sino para llegar al beneficio que produce la olla boba de unos Servicios Sociales que están desbordados y desbocados en su labor. Sin duda, estas situaciones necesitan una profunda reflexión política y colectiva que lleve a acuerdos y a un giro en este falso maná que parece representar nuestra realidad social y económica a los ojos del mundo. 

En la calle, esta queja es evidente, está a flor de piel, y el pudor, el respeto o la prudencia ya no impiden que todos nos quejemos de estos hechos que denotan graves carencias, aún a riesgo de que se nos tache de votantes de VOX o de seguidores de Lucifer.

Así, con todo este lío de estos días sobre el tema, es una pena comprobar que en esta Fiesta del padrón que se ha montado, los derechos se han olvidado de los deberes. Y los abusos, fruto de la picaresca, han obviado las obligaciones. 

Es sospechoso ver que la llegada de inmigrantes no resuelve las necesidades de mano de obra en el campo, de modo que, por favor, vamos a reclamar un poco de serenidad en los argumentos, y más cuajo colectivo -consensuado y estudiado-, en la política. ¡No todo vale!