Opinión

La gran bellotada ibérica ha llegado para quedarse

La iniciativa, poco a poco, está calando en la sociedad española

Nuestra Comarca es una de las más sensibles a la desertificación de toda la península ibérica. Lo auguran todos los pronósticos y lo aseguran los técnicos y especialistas. Sin embargo, desde el ámbito público, poco se puede esperar al respecto. Ni se hace nada ni se promueve nada desde Ayuntamientos, Consorcio EDER, Comunidad de Bardenas, Mancomunidad y otros organismos públicos. Y es claro que es necesario movilizarse y revertir esta situación que nos conduce a un desastre ambiental y social. Por no hablar de luchar y trabajar por recuperar nuestros ecosistemas y campos, ahora desolados por la histórica sobreexplotación ganadera y la vorágine agrícola sin sentido.

De hecho, lo único que se ha hecho en los últimos años ha sido arrasar los pinares de Canraso, en Tudela, -por poner sólo un claro ejempo-, sin un argumento técnico convincente, y clarear los pinares comunales y municipales de toda la Ribera, pensando más en hacer caja, ya que tiene valor esa madera, -y evitar incendios, dijeron-, que por una política razonable y consensuada de regeneración vegetal, lucha contra la erosión y educación ambiental colectiva.

Entre tanto, una iniciativa surgida de forma independiente, La Gran Bellotada Ibérica, -promovida por la Red Ibérica de Guardianes del Bosque y Reforest Acción-, está calando en varios grupos de voluntarios de poblaciones de toda España con un reto contundente: sembrar 25 millones de bellotas. Y poco a poco, la idea está calando también aquí en la Ribera, promoviéndose así la siembra de encinas, robles y coscojas en terrenos yermos, abandonados y sin defensa alguna.

De este modo, han surgido varios grupos de voluntarios de diferentes colectivos y sensibilidades, en unas cuantas de nuestras poblaciones que, como activos átomos autónomos, han promovido este otoño la recogida de bellotas y estos días están desarrollando las respectivas siembras de las mismas en multitud de diferentes espacios de la Comarca, públicos y privados, que en unos años nos mostrarán sus frutos -si el clima acompaña-, en forma de pequeñas islas y oásis de vida vegetal y arbórea, que alegrarán nuestros secos campos machadianos -machacados y arrasados- en los que ahora vivimos sin inmutarnos.

La idea ha calado entre la población, por lo que un halo de esperanza se vislumbra en el horizonte... De seguir así, estos años que vienen se podrá aspirar a sembrar muchas hectáreas de monte y que un poco de esperanza ambiental nos rodee...

¡Así sea, porque está claro que con el clásico "Día del Árbol", en calles, parques y plazas, no basta en absoluto!